Acabo de terminar las vacaciones que he tenido con mi familia. Han
sido unos días en los que he desconectado de mis rutinas. No he hecho nada,
incluso, de lo que me había propuesto. Simplemente, he estado con la familia,
eso sí, disfrutando. Como mis sobrinos ya empiezan a tener hijos, una de mis
'tareas y obligaciones' (gratificantes), consistía en estar con ellos. La
verdad es que casi no se da a basto, y eso que están pendientes de las
'criaturas' sus padres, sus abuelos, sus tíos,... en fin, qué les voy a contar
que no sepan.
No voy a entrar en definir lo de crianza y si tiene que ver o no con la educación, creo, que ya hay un consenso en el que la crianza y la educación van muy unidas. Casi podemos entender lo mismo cuando hablamos de buena y mala crianza o de buena y mala educación.
Por consiguiente, en esta ocasión, quiero reconocer y alabar la paciencia que tienen, en primer lugar el padre y la madre, -y en los tiempos que corren, el resto de la familia más allegada- en la crianza de sus hijos e hijas. Pero en segundo lugar, sin ánimo de crear polémica, reconocer la necesaria complementariedad de la escuela en dicha crianza y educación. No olvidemos que desde los pocos días de nacer ya están en las guarderías, en las escuelas matinales y la entrada en el sistema educativo se materializa con la educación infantil. Aquí radica la importancia de la relación familia-escuela.
Volviendo a la familia, la otra tarde, estaba leyendo y pendiente de la escena -que tantas veces se repite- entre la madre y la hija: ésta, estuvo entretenida con sus juegos, pero eso sí, había llenado la habitación de todo lo que nos podemos imaginar (además estamos en la época de Papá Noel y los Reyes Magos). El problema se presenta cuando hay que recoger los juegos. Aquí, en este caso, la niña ya no disfruta tanto. Bueno, pues estuve asistiendo -en directo- al pulso entre la madre y la hija para que la habitación quedara limpia y ordenada. Claro, el pulso lo ganó la madre, pero creo que la palabra paciencia, no recoge todo el esfuerzo que supuso tan ingente tarea. Lógicamente, el principio de autoridad tiene que quedar bien claro.
Pero no todo es tan 'combativo', en la vida cotidiana, se presentan numerosas situaciones, en las que ya sea el padre o la madre, ya sean los abuelos o los mismos tíos, aun estando pendientes de los infantes, se pasan buenos ratos con ellos y, además, en estas situaciones la buena crianza y la buena educación se están llevando a cabo. Estar jugando con ellos, pasear por el parque, cuidar la alimentación, valorar los progresos que hacen, acompañarles en la solución de los problemas que se les van presentando -aunque sean pequeños-, darles explicaciones a su nivel, el mismo hecho de abrazarles, besarles, acariciarles,... todo ello, lleva su tiempo, requiere atención, conlleva mucha paciencia y, creo, que a la madre y el padre, siempre les parecerá poco.
Entiendo que una buena crianza, no se hace improvisando. Tiene que haber un consenso, entre los progenitores, sobre la educación que quieren para sus hijos, qué valores quieren que estén presentes en su proceso de crecimiento como personas y, también, ponerse de acuerdo en las herramientas y estrategias a seguir. Una buena crianza, en el seno de la familia, pone las bases para un futuro -cualificado- tanto para la maduración de la persona, como para la sociedad en la que se va a integrar. Me atrevería a decir que la familia es la verdadera constructora de la sociedad
No voy a entrar en definir lo de crianza y si tiene que ver o no con la educación, creo, que ya hay un consenso en el que la crianza y la educación van muy unidas. Casi podemos entender lo mismo cuando hablamos de buena y mala crianza o de buena y mala educación.
Por consiguiente, en esta ocasión, quiero reconocer y alabar la paciencia que tienen, en primer lugar el padre y la madre, -y en los tiempos que corren, el resto de la familia más allegada- en la crianza de sus hijos e hijas. Pero en segundo lugar, sin ánimo de crear polémica, reconocer la necesaria complementariedad de la escuela en dicha crianza y educación. No olvidemos que desde los pocos días de nacer ya están en las guarderías, en las escuelas matinales y la entrada en el sistema educativo se materializa con la educación infantil. Aquí radica la importancia de la relación familia-escuela.
Volviendo a la familia, la otra tarde, estaba leyendo y pendiente de la escena -que tantas veces se repite- entre la madre y la hija: ésta, estuvo entretenida con sus juegos, pero eso sí, había llenado la habitación de todo lo que nos podemos imaginar (además estamos en la época de Papá Noel y los Reyes Magos). El problema se presenta cuando hay que recoger los juegos. Aquí, en este caso, la niña ya no disfruta tanto. Bueno, pues estuve asistiendo -en directo- al pulso entre la madre y la hija para que la habitación quedara limpia y ordenada. Claro, el pulso lo ganó la madre, pero creo que la palabra paciencia, no recoge todo el esfuerzo que supuso tan ingente tarea. Lógicamente, el principio de autoridad tiene que quedar bien claro.
Pero no todo es tan 'combativo', en la vida cotidiana, se presentan numerosas situaciones, en las que ya sea el padre o la madre, ya sean los abuelos o los mismos tíos, aun estando pendientes de los infantes, se pasan buenos ratos con ellos y, además, en estas situaciones la buena crianza y la buena educación se están llevando a cabo. Estar jugando con ellos, pasear por el parque, cuidar la alimentación, valorar los progresos que hacen, acompañarles en la solución de los problemas que se les van presentando -aunque sean pequeños-, darles explicaciones a su nivel, el mismo hecho de abrazarles, besarles, acariciarles,... todo ello, lleva su tiempo, requiere atención, conlleva mucha paciencia y, creo, que a la madre y el padre, siempre les parecerá poco.
Entiendo que una buena crianza, no se hace improvisando. Tiene que haber un consenso, entre los progenitores, sobre la educación que quieren para sus hijos, qué valores quieren que estén presentes en su proceso de crecimiento como personas y, también, ponerse de acuerdo en las herramientas y estrategias a seguir. Una buena crianza, en el seno de la familia, pone las bases para un futuro -cualificado- tanto para la maduración de la persona, como para la sociedad en la que se va a integrar. Me atrevería a decir que la familia es la verdadera constructora de la sociedad
¡QUÉ RAZÓN TIENES, HERMANO!
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