Uno tiene la suerte, en esta vida, de encontrarse con personas que te
dejan huella, que te marcan por su gran 'humanidad'. Es el caso de Paloma. Tuve
la dicha de conocerla a finales del siglo pasado, habrán pasado unos 15 años.
Esta semana la despedíamos un grupo de familiares y amigos, que sentíamos su
temprana pérdida. Estuvo una semana larga en el hospital. Teníamos la esperanza
de su recuperación, pero el martes, su hijo mayor me llamó diciendo: Mi madre
-hace dos minutos- acaba de irse al cielo.
A Paloma la trató muy mal la vida. Tuvo muchas penalidades. No tuvo suerte con su marido. En una de las charlas que tuve con ella, me contaba que un buen día, su marido, la abandonó a ella y a sus hijos. No hace falta entrar en más detalles, porque ya Paloma llevaba tiempo haciéndose cargo de la situación familiar. Sola y con tres hijos, tuvo que pedir ayuda a la Administración. Justo, en un Centro de Menores, es el lugar en el que conocí a la familia.
Paloma era una mujer luchadora. Siempre entendió que los hijos eran suyos, no de la administración. Este detalle lo anoto porque uno ha visto de todo, en estos contextos. Temporalmente sus hijos tenían que estar institucionalizados, porque no tenía recursos para mantenerlos, pero nunca les abandonó y, además, fue buscándose los medios -a costa de muchos sacrificios- para poder volver a tenerlos en su casa, que era el lugar en el que tenían que estar.
Paloma quería mucho a sus hijos y nunca escatimó ningún esfuerzo por ellos. Se desvivía. Ya sé que esto lo hacen todas las madres, pero conociendo su situación, es por lo que se hace más significativo. No había hecho estudios y, en ocasiones, se valía de sus hijos para hacer tal o cual trabajo que requería leer y escribir. En bastantes ocasiones me llamaba para hablar de tal o cual cosa. No tenía reparo en contarme sus problemas y dificultades -también con los hijos- para ver la manera de resolverlos. De ninguna manera deseaba que sus hijos repitieran la misma historia que le pasó a ella.
A Paloma no le fueron bien las cosas y la trató mal mucha gente. Pero ella tenía, en esta vida, una cosa muy clara: que fueran felices sus hijos. Tal vez no se cuidó ella misma y tantos esfuerzos le fueron pasando factura. Todas las personas que la conocimos lamentamos su partida y por eso estuvimos a su lado en la despedida. Mi último pensamiento, cuando pasaba el féretro a mi lado, fue: "Gracias, Paloma, por conocerte y nos veremos en el cielo, en la casa del Padre."
A Paloma la trató muy mal la vida. Tuvo muchas penalidades. No tuvo suerte con su marido. En una de las charlas que tuve con ella, me contaba que un buen día, su marido, la abandonó a ella y a sus hijos. No hace falta entrar en más detalles, porque ya Paloma llevaba tiempo haciéndose cargo de la situación familiar. Sola y con tres hijos, tuvo que pedir ayuda a la Administración. Justo, en un Centro de Menores, es el lugar en el que conocí a la familia.
Paloma era una mujer luchadora. Siempre entendió que los hijos eran suyos, no de la administración. Este detalle lo anoto porque uno ha visto de todo, en estos contextos. Temporalmente sus hijos tenían que estar institucionalizados, porque no tenía recursos para mantenerlos, pero nunca les abandonó y, además, fue buscándose los medios -a costa de muchos sacrificios- para poder volver a tenerlos en su casa, que era el lugar en el que tenían que estar.
Paloma quería mucho a sus hijos y nunca escatimó ningún esfuerzo por ellos. Se desvivía. Ya sé que esto lo hacen todas las madres, pero conociendo su situación, es por lo que se hace más significativo. No había hecho estudios y, en ocasiones, se valía de sus hijos para hacer tal o cual trabajo que requería leer y escribir. En bastantes ocasiones me llamaba para hablar de tal o cual cosa. No tenía reparo en contarme sus problemas y dificultades -también con los hijos- para ver la manera de resolverlos. De ninguna manera deseaba que sus hijos repitieran la misma historia que le pasó a ella.
A Paloma no le fueron bien las cosas y la trató mal mucha gente. Pero ella tenía, en esta vida, una cosa muy clara: que fueran felices sus hijos. Tal vez no se cuidó ella misma y tantos esfuerzos le fueron pasando factura. Todas las personas que la conocimos lamentamos su partida y por eso estuvimos a su lado en la despedida. Mi último pensamiento, cuando pasaba el féretro a mi lado, fue: "Gracias, Paloma, por conocerte y nos veremos en el cielo, en la casa del Padre."
Gracias por recordar a mi madre.
ResponderEliminarJuan Manuel Álvarez Palomino
Es precioso muxas gracias por querer y apreciar tanto a mi tia.yo la queria y quiero muchisimo se que desde el cielo nos ve y cuida como siempre a hecho
ResponderEliminarMi madre no solo era una mujer excepcional, era grande por su fuerza y valor y sobre todo era mi amiga, aunque a veces discutieramos pero siempre terminabamos con un gran abrazo, ese mismo abrazo que me hace falta en estos momentos en los que ella ya no esta entre nosotros pero siempre estara en mi corazon. Te quiero mama y se que desde el cielo velas por todos nosotros como lo hicistes en vida.
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