No es la primera vez que una mujer me habla de los malos tratos.
De los malos tratos que padecen –ella y sus hijos-. Es indignante. Pero es lo
que hay. Pesa mucho la historia; la historia machista, claro. Ahora, como están
de moda los Observatorios, esperemos que los creados sobre la Violencia de
género, no solo nos expliquen las causas, sino que además nos den las
herramientas idóneas para erradicarlo. Aunque siendo realista, me temo que el
asunto va para largo.
En
todo caso, volvamos la mirada a las
personas concretas que sufren esta insultante lacra. No es fácil que se
expliquen, las personas maltratadas, del porque han llegado a tal situación. Y cuando lo hacen, la ausencia de
autoestima es notoria: “Es que soy tonta, es que soy una inútil, es que…, es
que,…” y lo malo, es que se lo terminan creyendo, de tanto que se lo han
repetido… ¡A palos! Y, ya se sabe, ‘la letra con sangre entra’.
Mujeres rotas y niños rotos, es la
conclusión a la que llegas después de ir conociendo las historias personales de
las madres y los hijos, que están anclados en los contextos del maltrato, del
machismo o de la llamada violencia de género. Las habilidades sociales, la
autoestima, por ejemplo, son conceptos nuestros para explicar las carencias que
vemos en las mujeres y sus hijos que padecen, diariamente, el maltrato.
Los hijos rotos, en clase, llaman la
atención de continuo. No saben hacer otra cosa. Expresan su rabia con violencia
verbal; su manera de estar sentados, su forma de dirigirse a los demás, es muy
similar, a la que han visto en su casa. Les cuesta concentrarse y habituarse a
las normas de convivencia, a los horarios,… Les faltan herramientas para
resolver los conflictos que les van llegando a su vida.
Las mujeres rotas, te rompen el alma. Te rompen todos
los esquemas que, sobre la dignidad del ser humano, tenemos asumidos. Tienes
delante a mujeres, hechas y derechas, inseguras, anuladas como personas, sin
ganas de vivir. Son los hijos los que las mantienen en vida, porque son la
única razón para seguir viviendo, con sufrimiento indecible, pero viviendo.
¡Cuántas mujeres quieren salir y no pueden!
¡Cuántos hijos se rebelan para nada! Es verdad que vamos conociendo sus
historias, es verdad que nos proponemos soluciones; pero, también es verdad que
el ´circulo machista’ es complicado romperlo. El problema de la violencia de
género, no es solo del maltratador. Hay padres y madres que lo ocultan. Hay
hermanos, familiares y amigos, muy cercanos, que miran para otro lado; y hay
vecinos que solo hablan cuando va la televisión a contarnos el fatal desenlace. En el fondo, todos somos cómplices.
Queda mucho por hacer, pero se puede hacer.
Tenemos los instrumentos. De hecho estamos en ello. Ahora bien, nunca lo olvidemos, este asunto es cosa de
todos. Aquí no vale aquello de: “Ese es su problema”.
Está claro que es cosa de TODOS Y TODAS...... por mi trabajo como docente tengo multitud de experiencias diarias en el aula donde se palpa la violencia de género: .... desde las actitudes aparentemente más ingénuas -"el típico listillo (varón) que nunca lleva material y que se lo "pide" (o exige) a la compañera (responsable y cuidadosa) que lo lleva.- hasta casos graves de maltrato físico.
ResponderEliminarSE EMPIEZA exigiendo un lápiz y ..... POR ESO EN CLASE NO SUELO TOLERAR ESAS ACTITUDES ACLARANDO EL POR QUÉ.... con la esperanza de que "cale" en alumnos y alumnas.
Espero que estos pequeños "granitos de arena" vayan cambiando el mundo.....