Pobre Amazonía, un
virus -muy peligroso- está infectando todo su ‘tejido pulmonar’. El ataque es
masivo y avanza por diferentes conductos. Casi se puede hablar de metástasis. Aunque
la neumología está muy avanzada y puede controlar la infección. Bien es verdad que, en el equipo
médico, no siempre se ponen de acuerdo a la hora de intervenir. Más que nada
porque difieren en el diagnóstico.
Dejando
la metáfora a un lado, he visto este verano un montón de camiones cargados con
grandes troncos de árboles, amazónicos, camino del aserradero. Me comentaba un
antiguo camionero, casi ‘volando’ por la transamazónica, una noche estrellada,
que la inmensa mayoría actúan de forma ilegal. Desde luego mucho control por
aquellas tierras no se veía. La misma historia se repite en Perú, en Ecuador,…
y las mismas fotografías las podemos sacar en África. Somos insaciables, los
ricos, claro. Total, el expolio es completo.
En los
años 80, del siglo pasado se entiende, me quedé maravillado del alto grado de
civilización que tenía el pueblo inglés. Sus parques, sus jardines, todo muy
cuidado y, sobre todo, nadie podía cortar un árbol sin permiso de las
autoridades. Confieso que esto último es lo que más me impresionó. En España,
sin embargo, no hace falta cortarlos, con los incendios nos ahorramos el
trabajo.
Han
pasado los años, y me he dado cuenta de que el papel lo obtenemos de los
árboles. Nuestros muebles más valiosos los hacemos con maderas exóticas. Para
los normalillos nos sirve cualquier pino.
Y, lo más importante, que seguimos necesitando de los bosques para
respirar. Sin árboles, lo del oxigeno parece que no funciona. Y nuestros
pulmones se quedan en paro.
Al
ritmo que vamos la selva amazónica, cualquier selva, el bosque, la chopera, el
pinar, el encinar,… va a dejar de
refrescarnos durante el calor del verano, a dar sus sabrosos frutos, a
embellecer el paisaje en otoño y a ofrecernos, gratis de momento, su
imprescindible esencia respiratoria.
Menos
mal que los ecologistas nos dan ‘la vara’ con sus campañas, de las que tenemos
que estar muy agradecidos. Pero no es suficiente. Esto no es asunto de un grupo
de personas. Aquí, casi todo el mundo
gasta papel higiénico, amuebla casas, le gustas leer libros y revistas y no
escatima en gastos para comprar, tal o cual mesa o armario, de la madera más
exótica del mercado.
A lo
mejor ni saben, ni quieren saber, de las talas indiscriminadas; del tránsito
nocturno e ilegal que se da en los países del sur; de la deforestación de la
Amazonía; de la contaminación del aire porque no hay suficientes hojas para la
función clorofílica; de lo poco que se sigue presionando a los legisladores
para que protejan los árboles, pero no solo de los países ‘civilizados’; del
mal uso que hacemos de los bosques, cuando los convertimos en basureros o
quemamos. En fin, podemos aplicar aquello de que ‘el árbol no nos deja ver el
bosque’. Lo inmediato, nos hace perder la perspectiva de lo mucho que
dependemos de la naturaleza, más que nada porque también somos naturaleza.
A ver
si los médicos detienen la infección y sanean sus pulmones. Será un buen beneficio para toda la humanidad.
La medicina preventiva para los pobres no existe, aunque a la larga afecte alos ricos
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