Mi experiencia personal me ha confirmado, desde siempre, que los otros (el tú para mí) me han ido configurando y me han ayudado mucho: familia, profesores, amigos, compañeros... Asimismo, soy consciente de que, personalmente, a las personas que se han relacionado conmigo les he aportado elementos que también les han ayudado a su configuración personal. Para bien o para mal, la interacción entre las personas tiene esta finalidad. Y esto ocurre desde nuestro nacimiento.
Si existimos es porque dos personas se pusieron de acuerdo. La
complicidad de mi madre y mi padre, me hicieron posible. En el origen de todos
los seres humanos están un "yo y un "tú. Y la presencia, de los otros
"tú" en nuestras vidas, hace posible nuestra realización y
crecimiento como personas. Nos necesitamos. No es una reflexión filosófica el
tema de hoy, se trata -más bien- de la experiencia cotidiana.
Que somos seres en relación, no es un descubrimiento. Cualquier persona
se mueve, a la vez, en varios círculos de relaciones: La familia, los amigos,
los vecinos, la empresa, un club deportivo, una ONG, la asociación
juvenil, el sindicato, un partido político, la religión, la asociación de madres
y padres de un colegio, el foro cultural, los amantes de las antigüedades,... Y
es que no puede ser de otra manera. No somos islas.
Otra cosa es cómo nos relacionamos en todos esos ámbitos. Es verdad que
hay expresiones que lo quieren decir todo, pero no lo consiguen: ¡Ay del solo!
Nos grita la sabiduría popular; pero, a continuación, escuchamos: ¡Es mejor
estar solo que mal acompañado! A mi entender, ambas expresiones, recogen la
ambivalencia que se da en nuestras relaciones.
Te necesito para ser yo, es la conclusión a la que llegamos con nuestra
pareja, en las comunidades religiosas, con nuestras amistades, con nuestros hijos, con nuestros alumnos, con
nuestros compañeros de trabajo, con nuestros colegas de ocio y tiempo libre.
Claro que la intensidad de nuestras relaciones, no es la misma en todos estos
ámbitos, pero cada una de
las personas, en su contexto, me aporta
reconocimiento, confrontación, afecto, ánimos, críticas, cariño, relajación,
diálogo, aceptación, rechazo,... que me afectan y me hacen reflexionar, acerca
de cómo llevo las cosas en mi vida. Todo lo cual me interpela y me ayuda a
crecer como persona
Me necesitas para ser tú, es la conclusión a la que llegamos con nuestra
pareja, en las comunidades religiosas, con nuestras amistades, con nuestros hijos, con nuestros alumnos, con
nuestros compañeros de trabajo, con nuestros colegas de ocio y tiempo libre.
Aquí lo importante es cómo estoy yo con las personas que me rodean. ¿Cómo es mi
presencia? Porque, lo que aporto a los demás, también les afecta. Mis alegrías,
mis penas, mi cercanía, la confianza que doy, las mismas miradas que dirijo, la
empatía, mis enfados o cabreos, el cariño que doy o quito, mi frialdad o
ternura,... todo ello constituye mi aportación al otro, al "tú" que
son los demás.
Construyamos una interacción, que pueda favorecer nuestro crecimiento personal,
en vez de frustrar la maduración junto con los demás. Las relaciones
interpersonales pueden ser de calidad y gratificantes, o por el contrario,
constituir un muro que destruye todo lo bueno que podemos dar, o bien, que nos
vienen del otro. Somos para los demás y los demás son para nosotros. Pero hay
que saber estar con los demás y facilitar dicha interacción. Y, como
todo, estos asuntos también se aprenden.
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