Es verdad que estamos en tiempos difíciles y 'raros'. Lo de la pandemia te hace dudar si desplazarte o no, para estar unos días con las personas más cercanas de tu vida. Lo estuvimos valorando y no siempre se tiene a la certeza de ir con los tuyos. Pero al final estoy en el pueblo. Están siendo unos días estupendos. Recuerdo los argumentos que en años anteriores valoro sobre las vacaciones en familia.
Tengo la suerte de tener una familia estupenda. Una familia que esperamos las vacaciones para vernos y juntarnos unos días. Me imagino que a todas las familias les ocurre lo mismo. Al menos por lo que uno ve a su alrededor con las personas que se relaciona y vive.
Vengo experimentando, desde hace años, que los cortos días de
vacaciones con las personas allegadas, incluyo a las amistades, son la ocasión
para desconectar de la vida cotidiana con sus rutinas, sus responsabilidades y
obligaciones, sus tareas y reconocimientos, así como los horarios y costumbres
de todos los días.
El mero hecho de cambiar de ambiente, pasando unos días en el
pueblo, yendo a la playa o de excursión por la montaña, facilita como una
catarsis o 'sanación terapéutica' eso sí, sin fármacos ni psicoanálisis. No se
trata de formatear el disco duro, pero sí de hacer una buena limpieza del
mismo. Porque acabadas las vacaciones, ya se sabe…
Estoy convencido de que la familia es el mejor espacio natural para todos los beneficios que nos aportan las vacaciones. En las circunstancias actuales que muchas familias andan separadas, sobre todo, por razones laborales y de estudios, se agradece la oportunidad que nos dan las vacaciones para pasar unos días juntos.
No es que todo sea de color de rosa, no. Suelen aparecer los
fantasmas familiares que, cada vez más, se van quedando en anecdóticos. Por
otro lado, la convivencia no siempre es fácil, en especial cuando hay niños
pequeños; pero incluso todas esas cosas contribuyen al buen desarrollo de las
vacaciones esperadas.
La vuelta a las propias raíces, son el bálsamo que necesitamos para
‘curar’ las secuelas que nos dejan las contrariedades y contratiempos que nos
acarrea la vida cotidiana. No se trata de que la familia nos solucione los
problemas que tenemos, pero sí los alivia y nos ayuda a verlos de otra forma.
La pena es que luego te das cuenta, como en la vida misma, que no
todas las personas cuentan con una familia o amigos para que les ocurran todas
estas cosas tan beneficiosas. Por no hablar de las familias rotas o
desestructuradas, en las que casi mejor, que no dispongan de tiempo para verse,
pues, se suelen acrecentar los problemas.
Pero volvamos al relato primero, es decir, la
importancia de estar en la familia durante las vacaciones. El clima cordial y
distendido que se crea favorece y fortalecen los lazos y vínculos entre los
miembros. La familia es un ser vivo que necesita sus cuidados y atenciones para
seguir aportando sus riquezas. Y aunque nos vayan dejando los seres
queridos, los nuevos que van llegando son la necesaria savia que la mantiene
viva.
Aún más, en este contexto, la propia persona se encuentra más
relajada para atenderse a sí misma, sin los agobios de la vida cotidiana y con
un ambiente más propicio para ello. Desde la propia experiencia, el tiempo de
vacaciones, me regala espacios y tiempos para el paseo, lecturas, reflexiones
compartidas y la ocasión para confrontarte contigo mismo.
Y es que las vacaciones dan mucho de sí.
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