Esta mañana he escuchado al Papa
estas palabras: “El Resucitado no es otro que el Crucificado, lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se
convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que
sane las heridas de la humanidad desolada… las palabras que realmente queremos
escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido.
¡Queremos suprimirlas para siempre!”.
Y es que, sin
la resurrección de Jesús de Nazaret, no existiría la Iglesia, no habría cristianos, no funcionarían las
parroquias, las escuelas católicas, ni existirían las distintas instituciones y
ONGES, relacionadas con el cristianismo, como Caritas y Manos Unidas… que en
estos tiempos de Coronavirus están dando la talla.
El Dios cristiano, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autentifica todo lo que había dicho y había hecho, durante su estancia en la tierra, Jesús de Nazaret. El Dios encarnado no acaba con el fracaso de la muerte –como si hubieran tenido razón los que le condenaron a muerte y le crucificaron-. No. El Dios encarnado, garantizó y avaló toda su Misión con la RESURRECIÓN.
Hay unidad y continuidad entre Jesús de Nazaret y Cristo resucitado. Esta es nuestra fe. Y si Jesús resucitó, nosotros también resucitaremos. Jesús venció a la muerte.
De una forma, un tanto original, me gustaría señalar las 15 estaciones que expresan el Misterio del Dios Encarnado, dando unidad a toda la vida de Jesús de Nazaret:
1. EL FINAL DE JESÚS: LA RESURRECIÓN, siendo la expresión máxima de la Buena Noticia.
2. Pero antes: FUERON LA PASIÓN Y LA MUERTE, sin duda, consecuencias lógicas de la coherencia de vida que llevó.
3. Pero antes: FUE LA ÚLTIMA CENA, símbolo de la Nueva Alianza y manifestación plena de su servicio y entrega. En este contexto nos da el nuevo mandamiento del amor.
4. Pero antes: NOS ENSEÑÓ A ORAR: desde su propia experiencia, con la oración del Padre nuestro, verdadera síntesis de sus enseñanzas.
5. Pero antes: FUE LA PREDICACIÓN, de un Reino Dios, en el que proclama a un Dios, como Padre y Madre, que ama con entrañas de misericordia a todos sus hijos e hijas y quiere la felicidad para toda su familia.
6. Pero antes: FUERON LOS MILAGROS, verdaderos signos de la presencia y el obrar del Dios del Reino, eso sí, centrándose en los enfermos y desheredados.
7. Pero antes: FUERON LAS PARÁBOLAS, relatos que nos marcan el camino para la construcción de Reino de Dios. La última del juicio final es emblemática.
8. Pero antes: FUE A LA SINAGOGA Y AL TEMPLO, a dar su testimonio, aunque le acarrease problemas y le complicaran la vida. Un profeta que denunció las injusticias
9. Pero antes: FUE POR CAMINOS, PUEBLOS Y CIUDADES, haciendo llegar a todo el mundo La Buena Noticia, especialmente, a los pobres, excluidos y necesitados.
10. Pero antes: FUE LLAMANDO A LOS DISCÍPULOS, futuros continuadores de su Misión y germen del Pueblo de Dios.
11. Pero antes: INICIÓ LA MISIÓN DEL REINO, sintiéndose enviado por el Espíritu y cumpliendo, así, la voluntad de su Padre.
12. Pero antes: FUE AL DESIERTO, preparándose, desde el silencio y la oración, para la Misión que tenía encomendada.
13. Pero antes: DEJÓ SU PUEBLO Y SU FAMILIA, como exigencia previa para desempeñar la tarea del Anuncio del Reino.
14. Pero antes: CRECIÓ COMO UN HOMBRE MÁS, mostrando su condición humana ante sus familiares y vecinos.
15. Pero antes: SE ENCARNÓ, como máxima manifestación de un Dios, que tanto nos amó, "que nos envió a su Hijo único para que nos diera vida" (1 Jn 4,9)
El Dios cristiano, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autentifica todo lo que había dicho y había hecho, durante su estancia en la tierra, Jesús de Nazaret. El Dios encarnado no acaba con el fracaso de la muerte –como si hubieran tenido razón los que le condenaron a muerte y le crucificaron-. No. El Dios encarnado, garantizó y avaló toda su Misión con la RESURRECIÓN.
Hay unidad y continuidad entre Jesús de Nazaret y Cristo resucitado. Esta es nuestra fe. Y si Jesús resucitó, nosotros también resucitaremos. Jesús venció a la muerte.
De una forma, un tanto original, me gustaría señalar las 15 estaciones que expresan el Misterio del Dios Encarnado, dando unidad a toda la vida de Jesús de Nazaret:
1. EL FINAL DE JESÚS: LA RESURRECIÓN, siendo la expresión máxima de la Buena Noticia.
2. Pero antes: FUERON LA PASIÓN Y LA MUERTE, sin duda, consecuencias lógicas de la coherencia de vida que llevó.
3. Pero antes: FUE LA ÚLTIMA CENA, símbolo de la Nueva Alianza y manifestación plena de su servicio y entrega. En este contexto nos da el nuevo mandamiento del amor.
4. Pero antes: NOS ENSEÑÓ A ORAR: desde su propia experiencia, con la oración del Padre nuestro, verdadera síntesis de sus enseñanzas.
5. Pero antes: FUE LA PREDICACIÓN, de un Reino Dios, en el que proclama a un Dios, como Padre y Madre, que ama con entrañas de misericordia a todos sus hijos e hijas y quiere la felicidad para toda su familia.
6. Pero antes: FUERON LOS MILAGROS, verdaderos signos de la presencia y el obrar del Dios del Reino, eso sí, centrándose en los enfermos y desheredados.
7. Pero antes: FUERON LAS PARÁBOLAS, relatos que nos marcan el camino para la construcción de Reino de Dios. La última del juicio final es emblemática.
8. Pero antes: FUE A LA SINAGOGA Y AL TEMPLO, a dar su testimonio, aunque le acarrease problemas y le complicaran la vida. Un profeta que denunció las injusticias
9. Pero antes: FUE POR CAMINOS, PUEBLOS Y CIUDADES, haciendo llegar a todo el mundo La Buena Noticia, especialmente, a los pobres, excluidos y necesitados.
10. Pero antes: FUE LLAMANDO A LOS DISCÍPULOS, futuros continuadores de su Misión y germen del Pueblo de Dios.
11. Pero antes: INICIÓ LA MISIÓN DEL REINO, sintiéndose enviado por el Espíritu y cumpliendo, así, la voluntad de su Padre.
12. Pero antes: FUE AL DESIERTO, preparándose, desde el silencio y la oración, para la Misión que tenía encomendada.
13. Pero antes: DEJÓ SU PUEBLO Y SU FAMILIA, como exigencia previa para desempeñar la tarea del Anuncio del Reino.
14. Pero antes: CRECIÓ COMO UN HOMBRE MÁS, mostrando su condición humana ante sus familiares y vecinos.
15. Pero antes: SE ENCARNÓ, como máxima manifestación de un Dios, que tanto nos amó, "que nos envió a su Hijo único para que nos diera vida" (1 Jn 4,9)
Al Pueblo de Dios, para todo el mundo infectado de este virus maldito, le queda el compromiso de la esperanza, avalada por los hechos, expresados por el rechazo de la indiferencia y el egoísmo y por la apuesta de la justicia, el amor y la misericordia.
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