Hay cerradas unas pocas Iglesias -oficiales- y abiertas, millones de
Iglesias Domésticas. Sin querer hemos vuelto a los orígenes del
cristianismo. Como no tenían Iglesias, los espacios para vivir la fe y
celebrarla eran sus casas. Y así estamos. Va a ser la vida cotidiana, el hogar,
allá en donde estemos que vivamos nuestra fe.
Es el momento de la familia cristiana como iglesia doméstica. Ahora, en estos tiempos difíciles, es cuando más se tiene que expresar y vivir nuestras creencias. Es la ocasión de visibilizar un modelo de cristianismo que no gira en torno a las grandes celebraciones parroquiales, es más, se acerca Semana Santa, y sabemos lo que supone de estar en las calles recordando y viendo en las procesiones los grandes Misterios Pascuales. De todo esto nada de nada.
Aquí podíamos aplicar aquello de que la 'procesión' va por dentro. Porque la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús, está en los hospitales, en los enfermos aislados en nuestras casas, en el sufrimiento y sacrificios de tantos hombres y mujeres que están entregando sus vidas por superar esta pandemia. Es aquí donde los que somos cristianos ya seamos camioneros, médicos, tenderos, militares, basureros... tenemos que dar nuestro testimonio y entrega totales. No hay que escurrir el bulto. El amor al prójimo, como en la parábola del Buen Samaritano nos lo está exigiendo.
Y si las Iglesias oficiales están cerradas, como corresponde en estos tiempos, nuestras Iglesias Domésticas, en las que Cristo está en el centro de sus vidas, tienen que ocupar su lugar para ser espacios de comunión y amor. Es el momento en el que las parejas deben renovar sus compromisos, que un día públicamente manifestaron. Los vecinos tienen que percibir 'como un oasis' del amor y alegría que emanan de sus casas. Es el aquí y ahora en el que la familia en su conjunto de padres e hijos, son iconos de comunión, de servicio y perdón. Y las redes sociales son una plataforma de evangelización. Ahora que nuestras casas tienen todas estas posibilidades es nuestra responsabilidad el hacernos eco en ellas.
Pequeña Iglesia familiar de alegría y sana convivencia, en el que se reservan tiempos para la oración en familia. El alimento en la fe transmitida por los padres, se manifiesta en ratos de oración a partir de lecturas bíblicas, en las peticiones por tantas necesidades que hay y en la oración del Padrenuestro para recordar que formamos parte de la gran familia de Dios.
Lo mejor que podemos aportar -ahora de forma especial- las familias cristianas es... ¡¡¡Ser Iglesia de fraternidad y solidaridad para nuestros vecinos y para cuantas personas nos rodean allá donde nos encontremos (supermercados y hospitales, calles y carreteras, agricultura y fábricas...)!!!
Es el momento de la familia cristiana como iglesia doméstica. Ahora, en estos tiempos difíciles, es cuando más se tiene que expresar y vivir nuestras creencias. Es la ocasión de visibilizar un modelo de cristianismo que no gira en torno a las grandes celebraciones parroquiales, es más, se acerca Semana Santa, y sabemos lo que supone de estar en las calles recordando y viendo en las procesiones los grandes Misterios Pascuales. De todo esto nada de nada.
Aquí podíamos aplicar aquello de que la 'procesión' va por dentro. Porque la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús, está en los hospitales, en los enfermos aislados en nuestras casas, en el sufrimiento y sacrificios de tantos hombres y mujeres que están entregando sus vidas por superar esta pandemia. Es aquí donde los que somos cristianos ya seamos camioneros, médicos, tenderos, militares, basureros... tenemos que dar nuestro testimonio y entrega totales. No hay que escurrir el bulto. El amor al prójimo, como en la parábola del Buen Samaritano nos lo está exigiendo.
Y si las Iglesias oficiales están cerradas, como corresponde en estos tiempos, nuestras Iglesias Domésticas, en las que Cristo está en el centro de sus vidas, tienen que ocupar su lugar para ser espacios de comunión y amor. Es el momento en el que las parejas deben renovar sus compromisos, que un día públicamente manifestaron. Los vecinos tienen que percibir 'como un oasis' del amor y alegría que emanan de sus casas. Es el aquí y ahora en el que la familia en su conjunto de padres e hijos, son iconos de comunión, de servicio y perdón. Y las redes sociales son una plataforma de evangelización. Ahora que nuestras casas tienen todas estas posibilidades es nuestra responsabilidad el hacernos eco en ellas.
Pequeña Iglesia familiar de alegría y sana convivencia, en el que se reservan tiempos para la oración en familia. El alimento en la fe transmitida por los padres, se manifiesta en ratos de oración a partir de lecturas bíblicas, en las peticiones por tantas necesidades que hay y en la oración del Padrenuestro para recordar que formamos parte de la gran familia de Dios.
Lo mejor que podemos aportar -ahora de forma especial- las familias cristianas es... ¡¡¡Ser Iglesia de fraternidad y solidaridad para nuestros vecinos y para cuantas personas nos rodean allá donde nos encontremos (supermercados y hospitales, calles y carreteras, agricultura y fábricas...)!!!
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