Esta es una de las cuestiones vitales que debemos retomar de vez en cuando. Mejor dicho, pregunta que tengo, necesariamente, que hacerme. Siempre estamos pensando en los demás, lo cual está bien, somos seres sociales, no somos islas. Pero esa dimensión tan importante que compartimos con las otras personas, de nuestra propia realidad (LA MÁS PERSONAL), a mi modo de entender, el primer paso tiene que entrarse hacia uno mismo.
Esto no es nuevo, ya lo hemos pensado y comentado en otras ocasiones, pero es evidente que dedicamos poco tiempo a nuestra realidad más profunda, a nuestro ser más personal, o sea, a nuestro crecimiento como personas: hombre y mujer, tanto monta monta tanto, que se diría en la sabiduría popular. La vida nos va distrayendo de otros asuntos y preocupaciones: familia, amigos, trabajo,... que son muy importantes y necesarios, pero siempre que no nos despisten de nuestro ser interior, de aquello que nos identifica con nuestra realidad personal.
Con la llegada del fin de año, tenemos una excusa muy apropiada para seguir en la tarea de caminar hacia uno mismo. Para cuestionar cómo estoy llevando mi crecimiento personal. Para confrontarme conmigo mismo y ver si he crecido este año, como me planteaba hace 365 días, o bien, me he abandonado y he dejado algunas asignaturas pendientes.
Las circunstancias externas claro que influyen en mi vida, pero el mundo de mis pensamientos, sentimientos; el ámbito de mi conciencia, de mi interioridad más profunda, consciente o inconscientemente están dirigiendo mi vida, tanto hacia dentro de mí mismo, como hacia el mundo exterior que me rodea.
¿Cómo estoy gestionando mi vida? ¿Están impregnando mi personalidad los valores que me humanizan y fortalecen? O bien, ¿la impregnan los anti-valores que me deshumanizan? ¿Qué espacio dejo a todo aquello que me dignifica? ¿Qué protagonismo doy a todo aquello que me anula, contamina y manipula?
El fin de año y el inicio del nuevo año, son la ocasión para dedicarme a todos estos asuntos. Claro que esto requiere encontrarse con uno mismo, buscar espacios para ello, valorar el silencio y la soledad como el marco para hacer esta importante tarea. Puede ocurrir, y lo hemos experimentado, que si yo me abandono y no me tomo en serio, -como en el efecto dominó- todo lo demás, empezando por el ámbito familiar, laboral, social,… sigue la misma suerte. Pero si afronto los retos y desafíos que se me plantean en la vida cotidiana, allá donde me desenvuelvo, aparece la misma fuerza que me ha llevado a tal compromiso.
Bueno, pues, para terminar mis mejores deseos para el año que vamos a comenzar. Y no lo olvidemos: TODO EMPIEZA POR UNO MISMO.