El jueves nos llamaron, al Hogar la Salle, para acoger a cuatro inmigrantes. Habían llegado en las últimas pateras que nos siguen llegando a nuestras costas del Sur. Los centros de acogida están colapsados. Les hemos atendido lo mejor que sabemos. Nuestro Hogar es su casa.
Pero, esto de las pateras no es de nuestros días. Según los estudiosos, el ser humano, se originó en África, lo que quiere decir que en alguna época -muy lejana, vamos, miles de años-, algunos hombres y mujeres, tuvieron que dar el salto, a lo que hoy llamamos Europa, o sea que ellos serían nuestros progenitores. Por consiguiente, ¡También, somos africanos! Hemos venido antes que ellos, pero, como ellos, nuestros ancestros vinieron de África.
Me imagino que los que saltaron el estrecho, tuvieron sus motivos. Les movería alguna circunstancia que desconocemos, pero, está claro que en un momento dado decidieron dejar África y pasar a nuevas tierras, con nuevas oportunidades. Creo que no hablaban de continentes, eso, vino después.
Los de ayer y los doy, antes de llegar a Europa, han pasado muchas calamidades. Imagínense a los subsaharianos que cruzan desiertos, antes de llegar a su destino. El riesgo es muy grande. La misma vida les va en el viaje. Los jóvenes que viven en nuestro Hogar de Emancipación así nos lo cuentan. ¡En qué mundo de contrastes vivimos!
Actualmente, son los ricos quienes hacen cruceros, de lujo, en grandes barcos. Saben que después de un viaje placentero regresarán a su tierra y seguirán con la buena vida. No ocurre lo mismo con los que vienen en las pateras, que se encargan las mafias de tenerlas en mal estado, hasta el punto de que muchas de ellas dejan de funcionar o tienen graves problemas, según navegan por alta mar.
¡Cuántos niños, jóvenes, hombres y mujeres se habrán tragado el mar! Es el tributo que hay que pagar por arriesgarse a buscar una vida y un mundo mejor. Nos enternecen las imágenes, de los que acoge la Cruz Roja, cuando llegan a nuestras costas. En realidad son los que han tenido la suerte de alcanzar nuestras playas, para ellos la tierra prometida.
Salieron de su pueblo, dejaron la familia y después de muchos sudores y lágrimas, de engaños y sufrimientos, llegan a nuestros pueblos, viven con nosotros y lo mínimo que esperan o nos piden es que les acojamos. Dijéramos que son como 'nuestros primos lejanos', no podemos dejarlos abandonados a su suerte; merecen, como familiares nuestros que son que les demos lo necesario para vivir con dignidad.
No podemos verlos como si fueran ‘menos’ que nosotros. No somos una raza superior, esas son cosas del nazismo, de los intolerantes, de los que discriminan a los demás porque son diferentes. ¡Pero hombre!, si son de nuestra misma familia, no seamos racistas.
Aún más, traen con ellos sus culturas, sus tradiciones y costumbres, sus creencias, sus Dioses, que se juntan con nuestras culturas, tradiciones y costumbres y con nuestras creencias, sin la menor duda, una riqueza para todos. Ahora bien la riqueza y beneficio para todos se dará si sabemos compartir, dialogar, respetar y, en su caso denunciar, pues ni ellos, ni nosotros somos perfectos.
Mi deseo es que los cruceros de los pobres no se conviertan en un viaje al absurdo. ¡Abrámosles las puertas¡
Algunos nos creemos que en Jerez, en el "interior", no nos afecta esta problemática. Como si en la mesa de soluciones sólo deberían estar los paisanos de la costa y alguien de la Unión Europea con el maletín de subvenciones. Pero lo cierto es que estoy contigo, Hermano Juan Bautista, nuestra actitud hace mucho, estemos donde estemos. Porque podemos formar parte de esa red de personas que miran mal y con miedo a los demás; o los que viven y dejan vivir (una red con sentido común). Preocuparse y tener miedo a lo desconocido es humano, pero no nos debería dar miedo la persona. Deberíamos recordar que todos los seres humanos realmente somos personas iguales; y deberíamos saber distinguir entre la persona y su historia: en vez de desagradarnos por su pasado (etiquetándolos erróneamente como perdedores), deberíamos admirar la capacidad de supervivencia del ser humano y apoyarla. La actitud de la comunidad nos retroalimenta. Gracias por ayudarnos a no caer en el mal hábito de creernos de la élite. La diferencia nace cuando piensas que la vida es una montaña rusa y quizás algún día te toque sobrevivir a ti: ¿Con qué red, la del absurdo o la del apoyo, te gustaría contar?. Gracias, Juan Bautista, por vuestro apoyo aquí en Jerez que trasciende fronteras.
ResponderEliminarTenemos a nuestra Madre África no sólo cerca geográficamente, sino en nuestras venas.
ResponderEliminarSe agradecen tus palabras
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