Claro que creo en la vida, pero no en cualquier vida. Porque hay vidas que dan pena, también, están los que maldicen por haber nacido; otros, malviven por las circunstancias propias y ajenas; aunque los hay que se esfuerzan por vivir decentemente; no olvidemos aquellos que la vida solo les trae sufrimiento y violencia desde su infancia y, lamentablemente, no digamos los que viven obligados para que 'vivan' otros.
Aunque cuento con este panorama, si cabe, me anima a creer más en la vida. El caso es que la vida no empieza igual para todos. Aquí viene el problema. No podemos decir que todos partimos de la misma línea de salida al nacer. Esta situación es la que explica la manera, tan distinta, de interpretar y vivir la vida.
La vida que es un don que nos da Dios, no es igual para todos. Dicen que Dios escribe recto con renglones torcidos, para mí este es uno de los ejemplos incomprensibles. Porque el don recibido que debería ser alegría y gozo, por la vida dada, se convierte para amillones de personas en una verdadera tragedia, y la verdad, esta es la realidad que vemos y que a mí no me gustaría ver.
Estos días de Semana Santa he pensado mucho en estas cosas. No es fácil la respuesta, ni la explicación o justificación a todo esto. Al menos yo no llego a darla. Al final lo único que me queda es el ejemplo de Jesús. Sí, Jesús de Nazaret. Desde luego, la última semana de su vida no se la deseo a nadie. Menos mal que la cosa ha terminado bien.
Desde Jesús y mi fe en Él, tengo el coraje de creer en la vida. Viendo la vida de Jesús entiendo un poquito mejor su predilección por los pobres y marginados, por los excluidos y desechados en las cunetas. Su empeño en dignificarlos, sanarlos, tratarlos de igual a igual. Su firmeza en denunciar a los poderes sociales, políticos y religiosos que machacan a los débiles y generan tanta pobreza y miseria, explotándoles injustamente. Su libertad de hablar de todo esto en público, sin miedos y con valentía, me llevan a creer que la vida hay que defenderla y, sobretodo, a los que no la viven como corresponde. Por aquí comprendo que Dios, sí está interesado en la vida.
Celebrar la resurreción de Jesús conlleva, por un lado, alegrarse con Él, porque su Padre no le abandonó y le dio la razón a toda su Misión del anuncio del Reino: ¡Cristo vive!. Pero, por otro lado, nos invita a volver a Galilea para encontrarle allí, y volver hacer el camino que Él mismo hizo.
Los que seguimos a Jesús tenemos un único cometido en esta vida: VIVIR LA VIDA PARA LOS DEMÁS, ESPECIALMENTE LOS POBRES Y MÁS NECESITADOS. De no hacerlo estamos traicionando al mismo Jesús que decimos y proclamamos seguir. Claro, resucitar resucitaremos, pero no olvidemos que antes, como Jesús, está toda su vida (desde Galilea) hasta la cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario