Aún estamos enraizados en la cristiandad, de antaño, que separa y
distingue entre tiempos, lugares y personas. Esto es, dos mundos viviendo, a la
vez, en el mismo mundo. Creo que Dios creó un único mundo, en el que las
personas vivimos y coincidimos en un único tiempo y en un único espacio. ¡Ay! Cuando
empezamos a separar y diferenciar.
Cuando era más joven,
se hablaba de cristianos practicantes y cristianos no practicantes; es decir, simplificando,
unos iban a Misa (eran los buenos cristianos) y, los otros, eran los que
no pisaban la Iglesia (dejaban mucho que desear). Pero, ¿qué visión del
cristianismo hay detrás de todo esto? Aquí viene mi reflexión.
A mi modo de
ver, siguen coexistiendo dos mentalidades a la hora de entender la
identidad cristiana y su puesta en práctica. Lo que me preocupa es el
interés de algunos sectores tanto del clero, como de grupos de seglares, ‘más
especializados’, por mantener esta situación.
El título es como una
pedrada en un escaparate, pero lo que pretende es captar la atención, para seguir cuestinándose las cosas. Porque
sigue habiendo una Iglesia, centrada en la Jerarquía, con el acento en la
liturgia y los sacramentos y otra Iglesia, centrada en el Pueblo, comprometida en el Reino de Dios para
este mundo del siglo XXI.
Lo de la misa y
devociones, significan para mí, que para este grupo de cristianos lo
importante es la práctica sacramental, aunque luego en sus ámbitos de la vida
familiar, laboral y social, se vaya por
otros derroteros diferentes a los que celebra, tanto en las eucaristías, como cuando reza en
sus devociones particulares. Hay una dicotomía y ruptura entre la 'vida
cotidiana' y la 'práctica religiosa'. El problema es que lo entienden como dos mundo separados, como si
no tuvieran relación entre sí.
Por consiguiente, desde
esta perspectiva, se puede ir a misa y ser corrupto, se puede rezar el rosario
y difamar y calumniar, se puede ir a la iglesia y ser pederasta o machista,…
porque una cosa es la esfera religiosa, y otra cosa es la esfera mundana, donde
cabe todo. Es la llamada hipocresía evangélica.
Por mi parte, empiezo
a entender las cosas de otra manera. Dios me ha traído a la vida para ser
feliz y es, en el trasunto de la vida cotidiana, donde quiere que sea feliz y
haga felices a los demás. Aquí no se distingue entre unos tiempos, espacios y
personas para Dios y otros tiempos, espacios y personas ajenos a Dios.
Por consiguiente, tanto
en el contexto familiar, laboral y social, como en las expresiones, llamemos,
religiosas, hay un continuo vínculo que une a la persona, con las demás
personas, todas ellas, convencidas de su fraternidad, de una única familia, la
de Dios.
De esta manera, sí
creo en los cristianos, que desde la misma fe en Jesús de Nazaret, Hijo de
Dios, tratan de vivir el espíritu de las bienaventuranzas y el mandamiento del
amor, en sus vidas cotidianas y, por eso, ven la necesidad de juntarse para
celebrar la fe que les une, compartiendo sus vidas y, así, acrecentando su conciencia
de Hijos de Dios y Hermanos de todos los hombres. Para ellos tan importante es ir a Misa, como ser honrados y honestos en su trabajo. De hecho, al final de los tiempos, se nos pedirá cuenta de las obras de misericordia que hicimos con los necesitados, o sea, con Jesús.
El evangelio de estos
últimos días, nos presenta a Jesús llevando su Misión a las casas, a los
pueblos, a las plazas y acercándose a los necesitados, en su propia vida cotidiana, y curando sus enfermedades . Además, cuando explica el Reino de Dios lo hace
desde el contexto cotidiano que vivían sus oyentes. Por cierto, si quiere orar, madruga y se va al descampado, y cuando va a la sinagoga y el templo, ya sabemos
el discurso que emplea; por no hablar de la Última Cena, cena que fue con el grupo de sus discípulos, en la casa de un conocido.
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