Acabo de pasar las vacaciones con mi familia. ¡Qué días más agradables y entrañables! Esta cercana experiencia es la que motiva estas reflexiones. No voy a entrar ni en las clases de familias que existen, según los sociólogos, ni en los problemas, de todo tipo, que tienen muchas de ellas.
Como siempre, me quito el sombrero, ante el testimonio de gran humanidad que se palpa en tantas famlias que, como la mía, se esfuerzan y luchan por dar lo mejor de sí mismas a esta sociedad en la que vivimos, sin duda, es su aportación más idónea, para el nuevo mundo que todos anhelamos.
Como he afirmado en otras ocasiones, en la familia, se encuentra la clave para que la sociedad se regenere y este mundo, globalizado, se corrija de sus errores y, a la vez, potencie sus aciertos. Porque, a fin de cuentas, todas las personas somos una gran familia, cuyo objetivo es la felicidad de todos sus miembros.
Pero, pasemos a lo concreto. En una familia la pareja es fundamental. El buen tejido y entresijo de las relaciones que se den en la pareja, constituyen la base de la configuración familiar. Las parejas, como las personas, tienen su inicio, su desarrollo y crecimiento, hasta el día de la separación definitiva. La conciencia de crecer y madurar juntas, de gozar y sufrir, de amar y perdonarse, de cuidarse y superar -unidos- las dificultades, consituyen los buenos cimientos para su familia.
A mi modo de entender, sin la fortaleza de la pareja, no hay una buena crianza y educación de los hijos. Los hijos, nacidos en el contexto de unos padres que se quieren y aman, tienen garantizado su futuro como personas. Los hijos son el mejor espejo de los padres; para bien o para mal, los hijos reflejan lo mejor y lo peor de sus padres. Los lazos fraternales del cariño y la alegría, del perdón y la ayuda, el compartir,... son hábitos que se aprenden del ejemplo de los padres. La buena educación, el respeto y el diálogo, tan necesarios en el mundo que vivimos, se aprenden en el trato que se da dentro de la familia, en el testimonio que aporta la pareja, que un día se ilusionó ¡tanto! por formar la suya propia.
Y no perdamos de vista a los abuelos. Hoy por hoy, siguen siendo necesarios para completar lo que se espera de la familia, en el mundo de hoy. No solo la complejidad de la sociedad y el trastorno del trabajo de los padres, hacen necesaria su presencia; sobretodo, es la urdimbre de su experiencia y recorrdio vital, su mejor aportación a la vida familiar. No olvidemos que los abuelos son los padres de sus nietos, por consiguiente, la interacción entre todos es el factor que complementa, el crecimiento de todas las personas implicadas en la familia.
La humanidad precisa de familia sanas. La sociedad que se nutre de ciudadanos bien educados, honestos, responsables, solidarios y libres, sin duda, será una sociedad en la que el bien común será una realidad para todos sus miembros, sean de la condición que sean.
Y, sim embargo, da la sensación de que tenemos a la familia abandonada, que la sociedad no tiene una especial preferencia por cuidarla y mimarla. Por otro lado, entiendo que la escuela y otras instituciones sociales también tienen su influencia, aunque muchas veces, con otros intereses. Aún así, creo en la familia, como fuente de regeneración y creación para un mundo mejor.
Como siempre, me quito el sombrero, ante el testimonio de gran humanidad que se palpa en tantas famlias que, como la mía, se esfuerzan y luchan por dar lo mejor de sí mismas a esta sociedad en la que vivimos, sin duda, es su aportación más idónea, para el nuevo mundo que todos anhelamos.
Como he afirmado en otras ocasiones, en la familia, se encuentra la clave para que la sociedad se regenere y este mundo, globalizado, se corrija de sus errores y, a la vez, potencie sus aciertos. Porque, a fin de cuentas, todas las personas somos una gran familia, cuyo objetivo es la felicidad de todos sus miembros.
Pero, pasemos a lo concreto. En una familia la pareja es fundamental. El buen tejido y entresijo de las relaciones que se den en la pareja, constituyen la base de la configuración familiar. Las parejas, como las personas, tienen su inicio, su desarrollo y crecimiento, hasta el día de la separación definitiva. La conciencia de crecer y madurar juntas, de gozar y sufrir, de amar y perdonarse, de cuidarse y superar -unidos- las dificultades, consituyen los buenos cimientos para su familia.
A mi modo de entender, sin la fortaleza de la pareja, no hay una buena crianza y educación de los hijos. Los hijos, nacidos en el contexto de unos padres que se quieren y aman, tienen garantizado su futuro como personas. Los hijos son el mejor espejo de los padres; para bien o para mal, los hijos reflejan lo mejor y lo peor de sus padres. Los lazos fraternales del cariño y la alegría, del perdón y la ayuda, el compartir,... son hábitos que se aprenden del ejemplo de los padres. La buena educación, el respeto y el diálogo, tan necesarios en el mundo que vivimos, se aprenden en el trato que se da dentro de la familia, en el testimonio que aporta la pareja, que un día se ilusionó ¡tanto! por formar la suya propia.
Y no perdamos de vista a los abuelos. Hoy por hoy, siguen siendo necesarios para completar lo que se espera de la familia, en el mundo de hoy. No solo la complejidad de la sociedad y el trastorno del trabajo de los padres, hacen necesaria su presencia; sobretodo, es la urdimbre de su experiencia y recorrdio vital, su mejor aportación a la vida familiar. No olvidemos que los abuelos son los padres de sus nietos, por consiguiente, la interacción entre todos es el factor que complementa, el crecimiento de todas las personas implicadas en la familia.
La humanidad precisa de familia sanas. La sociedad que se nutre de ciudadanos bien educados, honestos, responsables, solidarios y libres, sin duda, será una sociedad en la que el bien común será una realidad para todos sus miembros, sean de la condición que sean.
Y, sim embargo, da la sensación de que tenemos a la familia abandonada, que la sociedad no tiene una especial preferencia por cuidarla y mimarla. Por otro lado, entiendo que la escuela y otras instituciones sociales también tienen su influencia, aunque muchas veces, con otros intereses. Aún así, creo en la familia, como fuente de regeneración y creación para un mundo mejor.
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