Estoy en clase, de tercero de ESO, profundizado en el perfil del buen ciudadano y si bien es fácil enumerar sus rasgos, siempre salen los malos ejemplos que se ven en muchos ciudadanos. Se nos ocurrió hacer el termómetro del ciudadano: del uno al diez teníamos que decir si la salud ciudadana estaba aprobada o suspensa. Acordamos, mayoritariamente, que la nota estaba en torno al siete.
No somos ni pesimistas, ni optimistas, digamos, que somos realistas. Siempre recurro al ejemplo de la madre que tira el bebé a un contenedor. La verdad, nos horrorizamos y pensamos que mal está el mundo. ¿Mal? Sin duda, el mismo día cien mil madres tuvieron sus bebés y están felices y contentas por la nueva vida que les ha llegado.
Pienso que en el mundo hay más bondad que maldad. Y esto es así porque hay muchos más buenos ciudadanos que malos ciudadanos. En todos los continentes, en todas las culturas, en todas las religiones hay más hombres y mujeres que son fieles a sus creencias, morales, normas, leyes,... que lo contrario.
Naturalmente que hay personas desaprensivas, violentas, que se saltan todas las reglas sociales y son un desastre para ellas mismas y una amenaza para los demás, pero siendo esto así, no invalida que la mayoría de la humanidad se sitúe en el espacio de la buena ciudadanía.
Cuando hablamos del buen ciudadano, sea hombre o mujer, nos estamos refiriendo a las personas que, aún teniendo sus fallos y limitaciones, contribuyen a la buena convivencia de sus iguales, de la sociedad en la que viven. Por favor, en ocasiones, el árbol no nos deja ver el bosque.
He tenido la suerte de vivir, en períodos muy cortos, en algunos países como México, Perú, Brasil y Italia. Ya sé que la muestra es mínima, pero en todos esos países he visto más gente buena, es decir, mejores ciudadanos, que lo contrario. La pena es que la bondad de tanta gente no genera, aún, el que sus sociedades sean más justas y libres, que la riqueza sea un bien para todos y que las diferencias vayan desapareciendo; pero, eso sí, se va teniendo una mayor conciencia de la sociedad ideal que deseamos para todos.
Creo que el buen ciudadano, pese a sus defectos, existe. Miren, hay personas: honestas, sinceras, que buscan el bien de los demás. Hombres y mujeres que crían y educan con normalidad a sus hijos y, es que, les quieres de verdad. Mujeres y hombres que son honrados y responsables en sus trabajos. Hay gente que dedica tiempo a los demás en las muchas necesidades que tienen. La solidaridad y el altruismo están más presentes de lo que creemos.
El buen ciudadano, en cualquier parte del mundo, sabe dialogar, respetar, escuchar y ser tolerante. Conoce el silencio, la soledad. Sabe afrontar sus problemas y dificultades. Sabe que no está solo. Conoce por propia experiencia, que las cosas valiosas tienen un precio y un coste, pero que está dispuesto a pagarlos.
No estoy pecando de iluso. Y sé que el buen ciudadano, no es bueno siempre. También tiene sus debilidades, sus malos días, sus equivocaciones pero en su termómetro particular está aprobado, porque en él o en ella, hay más bondad que maldad.
No somos ni pesimistas, ni optimistas, digamos, que somos realistas. Siempre recurro al ejemplo de la madre que tira el bebé a un contenedor. La verdad, nos horrorizamos y pensamos que mal está el mundo. ¿Mal? Sin duda, el mismo día cien mil madres tuvieron sus bebés y están felices y contentas por la nueva vida que les ha llegado.
Pienso que en el mundo hay más bondad que maldad. Y esto es así porque hay muchos más buenos ciudadanos que malos ciudadanos. En todos los continentes, en todas las culturas, en todas las religiones hay más hombres y mujeres que son fieles a sus creencias, morales, normas, leyes,... que lo contrario.
Naturalmente que hay personas desaprensivas, violentas, que se saltan todas las reglas sociales y son un desastre para ellas mismas y una amenaza para los demás, pero siendo esto así, no invalida que la mayoría de la humanidad se sitúe en el espacio de la buena ciudadanía.
Cuando hablamos del buen ciudadano, sea hombre o mujer, nos estamos refiriendo a las personas que, aún teniendo sus fallos y limitaciones, contribuyen a la buena convivencia de sus iguales, de la sociedad en la que viven. Por favor, en ocasiones, el árbol no nos deja ver el bosque.
He tenido la suerte de vivir, en períodos muy cortos, en algunos países como México, Perú, Brasil y Italia. Ya sé que la muestra es mínima, pero en todos esos países he visto más gente buena, es decir, mejores ciudadanos, que lo contrario. La pena es que la bondad de tanta gente no genera, aún, el que sus sociedades sean más justas y libres, que la riqueza sea un bien para todos y que las diferencias vayan desapareciendo; pero, eso sí, se va teniendo una mayor conciencia de la sociedad ideal que deseamos para todos.
Creo que el buen ciudadano, pese a sus defectos, existe. Miren, hay personas: honestas, sinceras, que buscan el bien de los demás. Hombres y mujeres que crían y educan con normalidad a sus hijos y, es que, les quieres de verdad. Mujeres y hombres que son honrados y responsables en sus trabajos. Hay gente que dedica tiempo a los demás en las muchas necesidades que tienen. La solidaridad y el altruismo están más presentes de lo que creemos.
El buen ciudadano, en cualquier parte del mundo, sabe dialogar, respetar, escuchar y ser tolerante. Conoce el silencio, la soledad. Sabe afrontar sus problemas y dificultades. Sabe que no está solo. Conoce por propia experiencia, que las cosas valiosas tienen un precio y un coste, pero que está dispuesto a pagarlos.
No estoy pecando de iluso. Y sé que el buen ciudadano, no es bueno siempre. También tiene sus debilidades, sus malos días, sus equivocaciones pero en su termómetro particular está aprobado, porque en él o en ella, hay más bondad que maldad.
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