Desde
pequeñita quise conocer el mundo y nunca he perdido la ocasión de andar y andar
por todo lo ancho y largo de este maravilloso planeta en que vivimos. Como
dinero no me faltaba, estudié Periodismo y con mi cámara me lancé por esos
caminos de Dios. Claro, que al final todo cansa, y más, en mi caso que me iba
dedicando a tener un recuerdo de todos los lugares que visitaba.
Y ahora
me pasa lo que tenía que pasar, que estoy a rebosar y ya no me caben más cosas.
El dilema reside en qué es lo que dejo y qué es lo que tiro, pues, muchas de
las cosas ya no me sirven para ser feliz. En éstas estoy, cuando me pongo a
contarte mi historia.
Llevo
pegatinas de todo el mundo, aunque algunas las tengo separadas para que no se
peleen. Cuando viajé con Greenpeace me enamoré de los mares y de la defensa de
la naturaleza ¡qué bonita la Antártica o la Amazonía! ¡Qué imágenes tan
estupendas! ¡Y cuántos destrozos estamos haciendo!
El
asunto cambió cuando visité algunas ciudades de Brasil, Colombia o Perú. Había
barrios a todo lujo y en la acera de enfrente, la miseria más absoluta. Por
supuesto, que yo me pasaba de una acera a la otra sin mayores problemas. Lo que
me llamaba la atención era el contraste entre “los niños bien” y sus grandes
colegios y “los niños de la calle” con sus ‘malas maneras’ de sobrevivir;
siendo el colmo de los colmos, cuando los contratan para matar ¡Que son niños!
Pero bueno, tenía la excusa de hacer fotos. Los reportajes son los reportajes
¿no?
Ya en
el continente americano, seguí subiendo hasta la tierra prometida: EE.UU, donde las grandes multinacionales tienen sus raíces y sus ramas se extienden por todo el planeta. En
esta ocasión me fui con un grupo mexicano, de los espaldas mojadas, que querían
tener trabajo y vivir como ven en las películas gringas, vamos, ¡a todo tren!
Claro que cuando llegamos a la frontera, ellos no pudieron entrar y yo sí
(lógico, yo tenía el visado y los papeles en regla), o sea, que aquí empezaban sus problemas de inmigrantes.
A los
yanquis no les falta de nada. De este país tengo muchos recuerdos. Casi sin
querer los bolsillos se me iban llenando ¡Hay tantas cosas que consumir y
tener! ¡Y tan bonitas! Estos norteamericanos venden bien sus productos, tienen buen marketing.
Lógicamente me pasé por las tres Mecas: la del Cine, la de los Casinos y, como
no, la del Sexo y la Droga. Ésta última “meca” me llevó a la ciudad de san
Francisco, ¡Escucha, te encuentras de todo!: Desde lo último en ácidos y
pastillas de diseño, hasta el amor libre y parejas de todo tipo.
Como
todo, el sexo es un negocio bien montado... y rentable, sobre todo si nos
metemos en el mundo de la explotación sexual. Bien es verdad, que este asunto
del sexismo está en todas partes del globo por las que he pasado. No te cuento
lo de Tailandia o Filipinas, con el sexo turismo ¡qué pena de niñitas! ¡Esto sí
que es un verdadero escándalo! Por no hablar de la trata de blancas de los
países de la antigua URSS, que vienen a la Europa occidental con sueños
inalcanzables, ¡Cómo se aprovechan de ellas y sus familias!
Un
avión me llevó a Inglaterra y tuve la suerte de asistir al último concierto que
daban los Beatles. ¡Qué tíos, todavía hoy siguen siendo los mejores! Bueno,
pues, como decía, algún porrito y ‘pastillitas’ cayeron, ¡Vamos, por
el ambiente, claro! Y es que la droga siempre te sube los ánimos, por lo demás
estoy orgulloso, pues, no me falta ningún disco de ellos. Y es que a mí la
música me “pirra”, y en cualquier rincón de mi espacioso cuerpo, encontraréis
cualquier cinta, CD o MP4, y es que, en estos últimos años, tenemos una gran variedad musical. Hasta tengo música Tibetana. Esta es otra historia.
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