Todos
los seres humanos estamos llamados a ser felices,
porque somos iguales en dignidad y en derechos. Pero solo un grupo, de
privilegiados, tiene la posibilidad de llegar a la felicidad, por su “contexto
de normalidad existencial”.
Este
fin de semana he estado en un Centro Residencial de Menores, niños y niñas, cuya tutela no la tiene su familia. La administración y los
jueces han tenido que intervenir para que ‘la cosa’ no fuera a ‘mayores’. Estas
tiernas criaturas, personas con la misma dignidad y derechos que las demás, ya
han empezado mal su existencia. El asunto de la felicidad, para ellos, sí que va a
ser un verdadero reto.
Nacen
muchos hombres, mujeres y niños, que se encuentran con
guerras interminables, y sin desearlas; que viven en campos de refugiados,
precariamente; o peor aún, personas que se mueren de hambre o de enfermedades que les han llegado, sin esperarlas, casi desde su nacimiento. Me
da la sensación de que tienen difícil lo de la felicidad. Más bien, su reto es
seguir viviendo, que no es poco.
¡Cuántos
seres humanos malviven en muchos lugares del mundo! Su
tiempo es oro, sí, pero para sobrevivir. Lo de ser feliz, creo, que ni se lo
llegan a plantear. Tienen otros problemas más urgentes. Los años de su vida
están ocupados… en llegar al día siguiente, que es su primera necesidad.
Por
todos estas situaciones, lo de ser feliz, es para unas pocas
personas... ¡Y son las privilegiadas! Mejor, somos las privilegiadas, porque yo
me encuentro en este grupo - de élite - de la humanidad. Me queda claro, que he
tenido la suerte de nacer en lo que llamo: “el contexto de normalidad existencial”.
El contexto
de normalidad existencial, a mi modo de entender, se encuentra en todos los continentes, aunque de manera especial, en el espacio que llamamos el mundo occidental. ¡Vamos! los países ricos. En cualquier parte del planeta, las clases dirigentes, las élites y líderes, tienen las condiciones suficientes para vivir como personas y, por eso, se les respetan su dignidad y sus derechos. En el mundo occidental, la inmensa mayoría, participamos de las mismas condiciones. Aunque no todos los hombres y mujeres tenemos el mismo punto de partida; como en las carreras unos están más adelantados.
Me considero una persona normal. ¡Y con suerte! Además las circunstancias que me han rodeado, hasta el día de hoy, han propiciado mi crecimiento personal. Aunque todo crecimiento tiene sus crisis, sus limitaciones, sus dificultades, sus problemas, pero no dificultan el camino hacia la felicidad que todos buscamos. Pienso que mi experiencia la tienen muchas personas, del grupo de los privilegiados que venimos hablando.
Estar en este grupo 'selecto', personalmente, no me cierra los ojos, ni me hace dar la espalda a la realidad de la gran mayoría de la humanidad. Mi conciencia no me deja ser indiferente, o quedarme con los brazos cruzados. Es más, con el sentimiento de que formamos una gran familia; aparece la responsabilidad, por mi parte, como respuesta necesaria y obligada, hacia las personas que no les es fácil plantearse el reto hacia la felicidad. Y tienen tanto derecho como yo. Como decía M. L. King "O llegamos juntos a la libertad o nunca la alcanzaremos".
Si ya de por sí, la propia vida es un reto hacia la felicidad, también, está el reto de que la humanidad entera la alcance, por lo que los afortunados no podemos abandonarles en el camino. Nuestra propia felicidad quedaría incompleta.
Si ya de por sí, la propia vida es un reto hacia la felicidad, también, está el reto de que la humanidad entera la alcance, por lo que los afortunados no podemos abandonarles en el camino. Nuestra propia felicidad quedaría incompleta.
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