
Uno se llena de esperanza ante el futuro… ¡La vida sigue! Y por eso, me animo a compartir algunas reflexiones que me surgen ante esta
experiencia, tan humana (la primera), del nacimiento de un hijo.
Cuando yo vine al mundo, en la década de los cincuenta del siglo pasado, en
mi pueblo no había teléfono, ni televisión, como mucho, algunas familias
disponían de la radio para escuchar ‘el parte’ y la música popular.
Luego me he ido enterando, según iba creciendo y
estudiando, que vivíamos en un mundo dividido en dos bloques geopolíticos y que la sociedad
española, situada en uno de los bloques, pero, sin mucho protagonismo, vivía en
un contexto social inspirado en el nacional-catolicismo. Aún hay nostálgicos
que mantienen el discurso de los dos bloques y hablan de derechas e izquierdas, o le ponen color al asunto y mantienen lo de rojos y azules. ¡Qué pena!
En los albores del siglo XXI, Paco, Sheila, Jonatan,
Fátima, Omar, Hoshi,… son vecinos, viven en el mismo bloque y van a la misma
escuela. Todos los días arrastran la mochila, con un ordenador personal, y van
escuchando, con los auriculares, la música de su reproductor Mp4. En sus
conversaciones aparecen los últimos ‘chismes’ que leyeron en el tuenti o facebook, antes de acostarse. Han nacido en otro contexto diferente.
Y es que han cambiado mucho las cosas. Cayeron los muros
berlineses y desaparecieron los dos bloques. Hoy tenemos conciencia de que vivimos en mundo
globalizado. Y ser persona, en estas circunstancias,
tiene su originalidad, su atractivo, sus dificultades y sus retos.
Los que somos mayores, crecimos con modelos
fijos basados en “pensamientos únicos”. Las religiones tenían sus influencias limitadas a los países en los que se
encontraban. Hoy el Internet es una herramienta que nos informa de todo lo que pasa en cualquier parte
del mundo, y al instante. El movimiento migratorio nos está cambiando el “paisaje” de las ciudades. No encontramos en las calles y plazas: iglesias, templos, sinagogas mezquitas,
restaurantes chinos, kebats árabes… y lo vamos viendo como
lo más natural del mundo.
Evidentemente ser persona, crecer como hombre y mujer, educar en la misma
escuela a los adolescentes de diferentes culturas, valores, creencias,…
comporta unos estilos y procesos educativos, muy distintos, a los que tuvimos
los que nacimos a mediados del siglo pasado. Pero no solo la escuela, las
familias –en primer lugar- están viendo que sus hogares no son los únicos que
influyen en la educación de sus hijos, sin olvidar la influencia de Internet y los medios de comunicación social.
SER PERSONA EN ESTE MUNDO PLURAL, nos va a exigir
armonizar, todos los elementos que están presentes en este mundo global que
vivimos. La Globalización, sin duda, es una riqueza y, para mí, es una etapa
más de la historia de la humanidad. Pero vamos a necesitar mucho diálogo, mucho
conocernos unos a otros. Es necesario el diálogo intercultural e
interreligioso. Vamos a tener que aprender a gestionar la pluralidad, la
diversidad, las diferencias… Tanto las mamás y papás, que pasean a sus hijos por
la ciudad, como sus futuros educadores en las aulas y, junto a las nuevas tecnologías, (no las
olvidemos) tienen tarea por delante… ¡ESTE ES EL RETO!
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