Ya van entrado las calores veraniegas. El viernes
llegaba un grupo de jóvenes, de Madrid,
con ganas de ‘comerse el mundo’; quieren tener la experiencia de los campos de
trabajo, en el Hogar de Jerez. Por cierto, los jóvenes inmigrantes que viven en el Hogar van a se los más beneficiados. Por mi parte, aprocvecho la circunstancia para platicar sobre los campos de trabajo. Es una forma de ocupar el
verano.
Son una de las alternativas que se dan en este tiempo vacacional. Durante el verano, hay muchas personas, especialmente jóvenes, que dedican parte de su tiempo a los diferentes Campos de trabajo que existen. Unos son de carácter ecológico, otros tienen que ver con la arqueología, están los que se dedican a la restauración y recuperación de edificios antiguos y, finalmente, los que tienen un carácter social y religioso.
En todos ellos hay un denominador común: Dedicar parte del tiempo libre que se tiene - en vacaciones - pensando y ayudando a los demás. De forma más notoria se ve esta finalidad, en los de carácter social, en ellos me voy a detener a continuación.
En la experiencia que tengo, de los campos de trabajo, he constatado la importancia de poner en relación a las personas que tienen un nivel de vida, bastante desahogado, (digamos clase media, media alta) con aquellas otras que se mueven en unos niveles marginales y de exclusión (digamos clase baja, baja). En un lenguaje coloquial de la primera "hornada del 15 -M", facilitar el encuentro entre los ricos y los pobres.
En el grupo de "jóvenes" (normalmente de diferentes lugares) que realiza los Campos de trabajo, cabe destacar dos experiencias, muy unidas entre sí, y que posibilitan el buen desarrollo de los mismos:
La experiencia de la solidaridad. Por un lado está el conocer otros ambientes diferentes a los que uno vive normalmente. Sobretodo, si la vida nos ha tratado bien y hemos tenido la suerte de nacer en una clase social que vive la cultura del bienestar en toda su extensión. Conocer otras realidades menos favorecidas y empobrecidas, convivir con sus gentes, estar con sus hijos haciendo variadas actividades... constituyen todo un gesto solidario.
La experiencia de la fraternidad. Pero aún hay más, si a tal proyección social, se le une la experiencia de vivir juntos - durante unas semanas - jóvenes que no se conocen, con el compromiso de vivir en familia: haciendo la comida (o lo que salga), limpiando y fregando los lugares comunes de uso diario, organizando en común el tiempo de ocio y tiempo libre, reflexionando y dialogando sobre temas de interés y, como grupo creyente, orando juntos; ya tenemos, entonces, todos los requisitos para calificar la experiencia de una verdadera expresión de fraternidad.
Los Campos de trabajo, por consiguiente, crean conciencia social, fortalecen procesos personales, relativizan la propia vida, abren las puertas y ventanas a los demás, facilitan el encuentro y el compromiso,... vamos - sin la menor duda - merece la pena tener esta experiencia. Por cierto, lo de joven, no solo tiene que ver con la edad, también, tener "espíritu joven", aunque se tengan más de 40, te da posibilidades para participar en tan interesante y completa experiencia veraniega. ¡No lo dudes!
Son una de las alternativas que se dan en este tiempo vacacional. Durante el verano, hay muchas personas, especialmente jóvenes, que dedican parte de su tiempo a los diferentes Campos de trabajo que existen. Unos son de carácter ecológico, otros tienen que ver con la arqueología, están los que se dedican a la restauración y recuperación de edificios antiguos y, finalmente, los que tienen un carácter social y religioso.
En todos ellos hay un denominador común: Dedicar parte del tiempo libre que se tiene - en vacaciones - pensando y ayudando a los demás. De forma más notoria se ve esta finalidad, en los de carácter social, en ellos me voy a detener a continuación.
En la experiencia que tengo, de los campos de trabajo, he constatado la importancia de poner en relación a las personas que tienen un nivel de vida, bastante desahogado, (digamos clase media, media alta) con aquellas otras que se mueven en unos niveles marginales y de exclusión (digamos clase baja, baja). En un lenguaje coloquial de la primera "hornada del 15 -M", facilitar el encuentro entre los ricos y los pobres.
En el grupo de "jóvenes" (normalmente de diferentes lugares) que realiza los Campos de trabajo, cabe destacar dos experiencias, muy unidas entre sí, y que posibilitan el buen desarrollo de los mismos:
La experiencia de la solidaridad. Por un lado está el conocer otros ambientes diferentes a los que uno vive normalmente. Sobretodo, si la vida nos ha tratado bien y hemos tenido la suerte de nacer en una clase social que vive la cultura del bienestar en toda su extensión. Conocer otras realidades menos favorecidas y empobrecidas, convivir con sus gentes, estar con sus hijos haciendo variadas actividades... constituyen todo un gesto solidario.
La experiencia de la fraternidad. Pero aún hay más, si a tal proyección social, se le une la experiencia de vivir juntos - durante unas semanas - jóvenes que no se conocen, con el compromiso de vivir en familia: haciendo la comida (o lo que salga), limpiando y fregando los lugares comunes de uso diario, organizando en común el tiempo de ocio y tiempo libre, reflexionando y dialogando sobre temas de interés y, como grupo creyente, orando juntos; ya tenemos, entonces, todos los requisitos para calificar la experiencia de una verdadera expresión de fraternidad.
Los Campos de trabajo, por consiguiente, crean conciencia social, fortalecen procesos personales, relativizan la propia vida, abren las puertas y ventanas a los demás, facilitan el encuentro y el compromiso,... vamos - sin la menor duda - merece la pena tener esta experiencia. Por cierto, lo de joven, no solo tiene que ver con la edad, también, tener "espíritu joven", aunque se tengan más de 40, te da posibilidades para participar en tan interesante y completa experiencia veraniega. ¡No lo dudes!
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