Todos los años, desde que tengo memoria, vengo escuchando estos
buenos deseos que nos decimos con motivo de la Navidad. Si uno se fija en estas
sencillas frases: Feliz Navidad y Próspero año Nuevo, resulta que
descubre en ellas la esencia de estos días. Es verdad, que llevamos bastantes
años 'entretenidos' en los escaparates de las tiendas y centros comerciales, lo
que puede 'despistarnos' del motivo de estas fiestas invernales. Por otro lado,
evocar el nacimiento de Jesús, que ya es mucho, no acabaría de situarnos en el
sentido último de su Natividad. Porque algo 'muy gordo' tuvo que pasar, en
la historia humana, para que, el mismo Dios, tuviera que intervenir en la
misma. En cualquier caso, se me ocurren estos breves comentarios sobre este
asunto.
¡FELIZ NAVIDAD! Así saludamos, estos días, a nuestros familiares, amigos y conocidos. Y lo hacemos con gozo y alegría. Con ella, le deseamos que sea feliz, pero FELIZ con mayúsculas, no de cualquier manera, y el motivo no es otro, que el de recordar la irrupción de Dios en nuestra historia, para ayudar el ser humano a retomar el camino perdido, en el ejercicio de su libertad, y que había derivado en guerras, injusticias, hambres, esclavitudes, opresiones,... todo ello, contribuyendo a la misma deshumanización del ser humano. Un verdadero desastre.
De ahí, lo de Feliz Navidad. Es decir, feliz el día que nació el Hijo de Dios, con la Misión de ayudarnos a ser felices, si nosotros queremos. ¡Y es que habíamos perdido el norte!
Que Dios se humanice, se haga como uno de nosotros, es tan grande y maravilloso, que nos lleva a desearnos lo mejor. Y lo mejor es que seamos dichosos, felices. Es la felicidad que nos viene de Dios. Pese a que su nacimiento sea desde la fragilidad, desde la pequeñez, desde la pobreza,... ¡Aunque sea Dios! Sin duda un misterio, pero que ya nos va dando pistas - de su verdadera intencionalidad - al nacer de esta forma. Aquí se nos marca un camino, el de Jesús de Nazaret, en el que, libremente, el ser humano puede reorientar su vida hacia la plenitud de sí mismo.
¡PRÓSPERO AÑO NUEVO! Esta segunda frase, de nuestra felicitación navideña, no podía faltar. Es la necesaria continuación de la anterior. Si el protagonismo en la Navidad, es el Dios que nace; en esta ocasión nos corresponde el protagonismo a nosotros. El año nuevo, es una oportunidad que nos damos para mejorar y enriquecernos progresivamente. Desear prosperidad es decirles a los demás que, el nuevo año, va a ser favorable, propicio, afortunado, en todas aquellas aspiraciones y anhelos del ser humano. Que con Jesús de Nazaret, en nuestra historia, el camino hacia la paz, la justicia y el amor, nos va a resultar más transitable y venturoso.
Por consiguiente, no solo recordamos que Dios se encarnó en el ser humano, lo cual es motivo para ser felices, sino que además nos facilitó las herramientas para conseguir dicha felicidad, de ahí que deseemos prosperidad en el nuevo año que comienza. Prosperidad que nos llevará a ponernos manos a la obra de forma que así, este mundo prospere y mejore. Este asunto es tarea de todo el mundo, por eso a todo el mundo les deseamos ¡Feliz Navidad y Próspero año Nuevo!
¡FELIZ NAVIDAD! Así saludamos, estos días, a nuestros familiares, amigos y conocidos. Y lo hacemos con gozo y alegría. Con ella, le deseamos que sea feliz, pero FELIZ con mayúsculas, no de cualquier manera, y el motivo no es otro, que el de recordar la irrupción de Dios en nuestra historia, para ayudar el ser humano a retomar el camino perdido, en el ejercicio de su libertad, y que había derivado en guerras, injusticias, hambres, esclavitudes, opresiones,... todo ello, contribuyendo a la misma deshumanización del ser humano. Un verdadero desastre.
De ahí, lo de Feliz Navidad. Es decir, feliz el día que nació el Hijo de Dios, con la Misión de ayudarnos a ser felices, si nosotros queremos. ¡Y es que habíamos perdido el norte!
Que Dios se humanice, se haga como uno de nosotros, es tan grande y maravilloso, que nos lleva a desearnos lo mejor. Y lo mejor es que seamos dichosos, felices. Es la felicidad que nos viene de Dios. Pese a que su nacimiento sea desde la fragilidad, desde la pequeñez, desde la pobreza,... ¡Aunque sea Dios! Sin duda un misterio, pero que ya nos va dando pistas - de su verdadera intencionalidad - al nacer de esta forma. Aquí se nos marca un camino, el de Jesús de Nazaret, en el que, libremente, el ser humano puede reorientar su vida hacia la plenitud de sí mismo.
¡PRÓSPERO AÑO NUEVO! Esta segunda frase, de nuestra felicitación navideña, no podía faltar. Es la necesaria continuación de la anterior. Si el protagonismo en la Navidad, es el Dios que nace; en esta ocasión nos corresponde el protagonismo a nosotros. El año nuevo, es una oportunidad que nos damos para mejorar y enriquecernos progresivamente. Desear prosperidad es decirles a los demás que, el nuevo año, va a ser favorable, propicio, afortunado, en todas aquellas aspiraciones y anhelos del ser humano. Que con Jesús de Nazaret, en nuestra historia, el camino hacia la paz, la justicia y el amor, nos va a resultar más transitable y venturoso.
Por consiguiente, no solo recordamos que Dios se encarnó en el ser humano, lo cual es motivo para ser felices, sino que además nos facilitó las herramientas para conseguir dicha felicidad, de ahí que deseemos prosperidad en el nuevo año que comienza. Prosperidad que nos llevará a ponernos manos a la obra de forma que así, este mundo prospere y mejore. Este asunto es tarea de todo el mundo, por eso a todo el mundo les deseamos ¡Feliz Navidad y Próspero año Nuevo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario