BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 31 de julio de 2016

CUANDO LOS POBRES NOS HUMANIZAN Y EVANGELIZAN

Es lo más grande que te puede ocurrir. En especial cuando vas por la vida de "sobrado" y de 'salvatodo'... "Menos mal que estoy yo..." ¡Cuántos desengaños se lleva uno! Porque los pobres, sí los pobres, los necesitamos para ser humanos y cristianos.
Los pobres nos despiertan. Vivimos en un letargo continuo. Hemos creado un estado de confort en el que la superficialidad y los sucedáneos nos vas configurando. Los pobres nos despiertan del “sueño” cuando, a través de ellos, vemos la verdadera realidad.
Si hay una imagen contundente es la de los ‘contenedoreros’ (dícese de las personas que viven de las ‘ofertas’ que ofrecen los contenedores) esta ‘profesión’ se da más en los países ricos, por lo que están incluidos en las nuevas pobrezas.
En realidad son más de dos tercios de la humanidad los que viven en los límites de la pobreza y extrema pobreza. Se mire por donde se mire, son muchísimos millones de personas las que viven dentro del ‘país de la pobreza’. Este país no tiene fronteras. Sus habitantes están en las barriadas de las grandes ciudades opulentas, como en los continentes que llamamos del Tercer Mundo. Los pobres son pobres en todos los lugares del planeta. Están ahí mirándonos, alargando sus manos, llorando sus miserias, mostrando sus deficiencias, llamándonos desde la televisión cuando huyen del hambre y de las guerras, sentados en las calles con sus enseres después de los desahucios, en las filas de los comedores sociales, …
Y sin embargo, ellos nos ilusionan. Cuando salimos a su encuentro, en realidad, nos desarman. Sus sonrisas, sus constantes agradecimientos por la mera presencia y creer (nosotros) que les dedicamos nuestro tiempo. La infancia pobre te enternece con sus mirada limpia, su sonrisa inocente. Resulta que cuando creemos que les ayudamos son ellos los que nos ayudan.
Es en el contacto con ellos, con su cercanía, cuando surge la reflexión, te cuestionan muchas cosas de tu vida, viene la relativización de tu mundo ‘ficticio’ y banal. Son ellos los que nos vinculan a nuestras propias raíces humanas (todos tenemos las mismas raíces). Ellos nos recuerdan que todos procedemos de la madre tierra, que pertenecemos al mismo ‘humus’. Hemos puesto tantas vallas, fronteras, zonas de lujo limitadas, ropajes, perfumes, cremas, sedas,… que nos habíamos olvidados de nuestro fondo, nuestro verdadero ser. Ellos están ahí para recordárnoslo.
Entonces surgen las preguntas: ¿Qué nos ha dividido? ¿Qué produce las diferencias de ricos y pobres? ¿Por qué nos separan las razas o las religiones, discriminando a unos y otros ¿Será que nuestro estilo de vida crea y genera la pobreza?
Pero es que además los cristianos tenemos textos, emblemáticos de Jesús, que ponen a los pobres en el centro de nuestra atención. Se acuerdan del día que fue a su pueblo y les dijo, a sus paisanos, aquello de “El Espíritu me ha enviado a Anunciar la Buena Noticia a los pobres”. Recuerdan la historia del Buen Samaritano, hablando de quién era nuestro prójimo. Y el colmo de la claridad y nitidez, al respecto, es el llamado Juicio de las naciones: “Tuve hambre y me diste de comer, tenía sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo o en la cárcel y fuiste a visitarme, y era extranjero y me acogiste”.
¡Ay! Qué sería de nosotros sin los pobres. ¡Ojala deje de haber pobres! Sería la llegada del Reino de Dios, del Paraíso, del Nirvana, de la sociedad perfecta y feliz. Mientras que la utopía se hace realidad, tenemos a los pobres para humanizarnos y evangelizarnos. De esta forma nos acercan a la Utopía.

Por cierto, hablo desde la experiencia.
Gracias, muchas gracias a las personas pobres (o empobrecidas).




domingo, 24 de julio de 2016

MELILLA, ENCUENTRO EN LA FRONTERA: UNA EXPERIENCIA INTERCONGREGACIONAL

Trece personas, decidimos pasar unos días en el contexto de las periferias. Melilla nos acoge con su generosa hospitalidad. La comunidad religiosa, de las Hermanas de Inmaculada Niña, nos recibe con los brazos abiertos en su casa. Estos días, la experiencia de la fraternidad, quiere ser un signo eclesial en el mundo de la inmigración. Sin duda, todo un privilegio estar embarcado en esta historia. 
Está entrando en nuestro vocabulario lo de trabajo en equipo, trabajo en red; aquí hablamos de proyecto intercongregacional. No es nuevo. Y en países, llamados del Tercer Mundo, se viene haciendo desde hace muchos años. Parece que los pobres tienen la virtud de unirnos.
El año pasado, iniciábamos esta experiencia dos congregaciones, este año ya somos siete. La pluralidad de Carismas que compartimos es una riqueza. Lo sorprenderte es que las personas participantes tenemos una historia que, parecería, nos ha llevado a unirnos a tener esta experiencia. Y como viene ocurriendo en el Pueblo de Dios (la Iglesia) la mayoría son mujeres (11) y hombres (2).
¿A qué hemos venido este verano a Melilla? En primer lugar, a ver la realidad de periferia y frontera que tiene esta ciudad. En segundo lugar, a palpar que distintas razas, religiones y culturas pueden convivir sin conflictos y violencias, porque la paz es posible. En tercer lugar, a realizar un Campo de Trabajo con la infancia y la juventud inmigrante, procedente de varios países y que están acogidos en Centros de Menores y en el CETI. En cuarto lugar, a experimentar la fraternidad y la misión entre personas que proceden de diferentes Familias Religiosas. Y en quinto lugar, a tener una experiencia de crecimiento personal, confrontando nuestras personas, con todas las realidades anteriores.
Están siendo días muy densos (y agotadores). Desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos estamos activando los objetivos que acabamos de enumerar, siendo los protagonistas, los niños, adolescentes y jóvenes que centran nuestras actividades de la mañana a la tarde.
Ayer estuvimos en Nador, una ciudad marroquí, cercana a Melilla. Después de un tiempo de turisteo por la ciudad para ver a sus gentes y oler los diferentes ambientes (sobretodo el zoco), tuvimos la oportunidad de conocer varios Centros que atienden a personas desvalidas, enfermas, rotas... La Iglesia está presente en estos espacios fronterizos y periféricos. Los subsaharianos que vimos y con los que hablamos, están esperando a pasar la frontera, para llegar a la Europa prometida.
Sigue habiendo leyes injustas, mujeres y hombres injustos, situaciones injustas y, lo peor, es que seguimos con los brazos cruzados, indiferentes a lo que pasa a nuestro alrededor y vemos en las redes sociales. Los últimos atentados -que son crueles y afectan a personas de todos los continentes- no tienen que distraernos y, menos, acallar nuestras denuncias por este mundo injusto en el que estamos inmersos. Hay que señalar con el dedo a los que permiten todas estas cosas, tanto a las que las hacen como a los que las promueven. No nos engañemos, hay muchos intereses políticos y económicos detrás. Y, no lo olvidemos, nuestro estilo de vida no es ajeno a todo esto.
Mientras tanto, una parcela de la Iglesia, seguiremos haciéndonos preguntas, trataremos de dar respuestas y, si puede ser juntos mejor, porque el Reino de Dios no puede quedar oculto. El Reino de la justicia, el amor, la acogida, de la paz, la solidaridad y la fraternidad tiene que seguir irrumpiendo en este mundo que tanto lo necesita.

domingo, 17 de julio de 2016

HABLEMOS DE LAS VACACIONES SOLIDARIAS


Hay muchas formas de pasar las vacaciones. En realidad ya tenemos experiencia de cómo organizar estos días de asueto. Cada verano disponemos de unas semanas, en las que tenemos la oportunidad de hacer cosas diferentes a las que hacemos durante el año. Ya lo comentaba la semana anterior.
Hoy me voy a centrar en una forma, una más, de las que  utilizamos para ocupar el  valioso tiempo de estos días. Se trata de la solidaridad. Ser solidarios no es una facultad que tienen algunas personas privilegiadas. La solidaridad no es, solo, para especialistas en tal o cual problema o necesidad de la gente. El altruismo no depende de tal o cual profesión o vocación; como si  este asunto fuera para los curas, monjas y frailes, que para eso han hecho un compromiso público. Mira por donde, la sociedad actual, pone en evidencia y desenmascara estas afirmaciones.
Por otra parte, es fácil caer en el paternalismo. Resulta que como yo soy el cualificado, soy el rico, el que tiene una buena formación, y soy tan bueno, tan bueno…,  pues, ayudo a los pobrecillos, a los necesitados; pero para que sigan siendo pobrecillos y dependan de mí. El problema es que hay demasiada gente con estos planteamientos. Mejor sería que se queden en su casa.
Hay muchos hombres y mujeres que tienen un sentido solidario de su vida. Son personas generosas y, en general, muy ocupadas; sin embargo, son capaces de pensar en los demás, por eso, siempre tienen, en su agenda, un  hueco para solidarizarse con ellos.
Son personas que apuestan por la fraternidad. Tienen conciencia de la hermandad universal y aunque estén en su pueblo, en una barriada o en cualquier población; lo que hacen por sus semejantes, responde al compromiso personal de restablecer la dignidad y los derechos humanos, a todas las personas que se los han usurpado. Quieren un mundo más justo. Su misión, por consiguiente, tiene una dimensión planetaria. Vamos, que no es cualquier cosa.
Pudiera ser que, a veces, nos lamentemos de los pobres, de los países empobrecidos, y nos olvidemos de los cercanos de los próximos, del prójimo -que diría  el evangelio-. No digo abandonar a los lejanos por atender a los cercanos, pero la cosa iría mal, si por atender a los vecinos desatendemos a los que viven en otro lugar. Estén donde estén, hay seres humanos que el sistema, literalmente, los tiene machacados. Esto significa, que no es respetada su dignidad de personas y, por supuesto, sus derechos humanos son pisoteados. Precisamente, este mundo injusto es el que se quiere "enmendar".
Las personas que son de verdad solidarias, no distinguen entre tiempos 'normales' y tiempos 'vacacionales'. Siempre son solidarias. Es verdad, que en vacaciones, como que hay más tiempo para reforzar ciertas cosas que se hacen durante el año. Pero la apuesta es de toda la vida. De hecho, hay médicos o maestros, por poner un ejemplo, que dedican todas sus vacaciones para irse a los países empobrecidos y aportar, sus personas y cualidades, a las gentes que los reciben; pero mira por donde, resulta, que vuelven a sus casas, con la sensación de que han recibido más, de lo que ellos han dado. Así es la solidaridad.
Pero no hace falta irse tan lejos. Los Campos de Ttrabajo son iniciativas sociales, más cercanas. Y, aún más, todos conocemos a muchas personas: jóvenes y mayores, casadas o solteras, que ayudan a los demás, sin moverse de su población. ¡Cuántas personas solas o enfermas, reciben la visita de vecinos que se sienten movidos a estar con ellas! Por lo demás, hay Asociaciones, ONGS e Instituciones que favorecen, con el voluntariado, la solidaridad. Todo el mundo las tenemos muy presentes.  Al final, las vacaciones solidarias las tienen aquellas personas, que durante el año, también son solidarias.
 Y puede ocurrir, que iniciando la solidaridad en tiempo de vacaciones, porque se ha presentado la ocasión, uno empiece a ser solidario en su vida.

domingo, 10 de julio de 2016

AYER ESTUVIMOS EN LA PLAYA

Las vacaciones tienen eso, que puedes ir a la playa. Si algo tenemos en este planeta son playas. Me imagino la playa como la gran 'sala de estar de nuestra casa'. Digamos que, la familia humana, habita en una gran casa: la tierra, y tiene un gran salón, en el que la familia se reúne para charlar, divertirse, verse, jugar, hablar,... en fin, de todo un poco. Como en tantas cosas, nuestra madre tierra, sabía lo que hacía para que sus hijos disfrutaran y gozaran, -de buenos espacios-, para su ocio y tiempo libre.
Ayer estuvimos en la playa, en el Hogar hacía mucho calor y decidimos remojarnos un poco. Lo pasamos muy bien. Yo me bañé poco, los chicos disfrutaron más con el agua. Después me senté debajo de la sombrilla y me puse a leer. La lectura también tiene su buen ambiente en la playa. Aun así, eso no quita que observe lo que hay a mi alrededor. Es otro de los ingredientes playeros.
En el 'gran salón' de la casa, que hablábamos antes, se dan cita -por derecho propio- todos 'sus inquilinos'. ¡Están en su casa! Y, la verdad, en sus rostros se ven sonrisas, distensión, serenidad, relajación. Se ve que están a gusto. Sus conversaciones tienen un tono amable. Alguna vez se oye un grito, porque los retoños se alejan más de la cuenta. Pero es un grito cariñoso. El ambiente es agradable. La gente va a lo que va.
Cuando uno llega a la playa, a cualquier playa, aquello parece un caos. Un auténtico caos. Hay gente por todos los sitios: niños jugando en la arena; sombrillas de todos los colores; personas mayores paseando o sentadas; las gaviotas esperando que se vaya la gente para aprovechar las sobras... Sin embargo, tal caos es la primera impresión. Uno mira más de cerca, y está todo controlado. De caos nada. Desde el bebé que está en el carrito, pasando por los adolescentes que se divierten en el agua y, continuando, por tantos hombres y mujeres que pasean por la playa; cada cual sabe con quién está y porqué ha ido a la playa. Digamos que es un caos controlado. Podemos hablar hasta de armonía. No hay muchas estridencias. La luz, el colorido, las cometas en el aire, los surfistas con sus tablas, los altavoces con sus consignas y músicas, las duchas para quitarte el salitre, los chiringuitos de madera vista, los pregoneros de los carritos de helados, o jóvenes (casi siempre africanos) que se ganan la vida vendiendo pulseras, gafas, un sin fin de cosas y baratijas. Todo un mundo en movimiento, en las mil direcciones, que da de si el espacio arenoso que nos convocó. 
Estar en la playa es entretenido. Uno se baña, toma el sol pero sin querer se entera de la vida de los demás. Podemos decir que se manifiesta la vida en todos sus registros. Da gusto ver la ternura de los padres para con los hijos; a los enamorados intimando, en lo que de margen da un sitio tan 'poblado'. Los abuelos acercando al agua a los nietos, que a veces no se quieren soltar de la mano, porque el oleaje parece un poco atrevido, bastantes niños haciendo castillos, que el agua se encarga de derribarlos, las torres de los 'vigilantes de la playa' con sus banderas de colores,...
En fin, grupos de personas aquí y allá jugando a las cartas, o poniendo la mesa para comer o merendar junto al agua; pues eso, la playa facilita todas estas cosas con jovialidad, buena convivencia y alegría por doquier. Claro que también tiene sus inconvenientes, pero la vida cotidiana nos tiene abrumados, como para traerlos a un día tranquilo, con una brisa del mar tan agradable, y que te deja nuevo.

Para qué seguir, merece la pena ir a la playa.

domingo, 3 de julio de 2016

MI VIDA LA TENGO EMPEÑADA EN ESTOS ASUNTOS

Alguien podría pensar que, con estas calores y de vacaciones, no es tiempo de cosas serias. Como si la vida dejara de funcionar en estas circunstancias. Por lo demás, millones de personas y, sobretodo, las más empobrecidas creo que no hacen muchas diferencias de unos días de otros. La vida es un continuo y, lo fundamental, siempre está en activo. 
Como decía, en estos últimos tiempos,  mi vida está muy focalizada y orientada en unos asuntos que la llenan y le dan pleno sentido. Creo que estoy en el buen camino. Aunque no siempre lo he visto con claridad y nitidez, la presencia de Dios en mi vida, ha sido definitiva para el camino que estoy siguiendo. No sé lo que me deparará el futuro, pero hoy por hoy, estos son los asuntos en los que estoy empeñado y con determinación:
  • El crecimiento personal, porque estoy convencido de que todo, en esta vida, empieza por uno mismo.  No es fácil esta tarea. Miren, y que sirva de ejemplo, aún sigo tratando de superar ciertos complejos y limitaciones que me continúan bloqueando la relación con los demás, eso, a pesar de la edad que tengo.
  • Vivir la fraternidad, aunque la expresión queda bonita no es fácil. Ya sé que la comunidad cristiana es un utopía, pero que diferentes personas decidan vivirla para alcanzarla es todo un reto y aún así sigo en ello. Merece la pena. Por cierto la familia, los amigos, también los entiendo desde el contexto de la fraternidad. Al final es alcanzar la gran familia humana.
  • Las personas empobrecidas (las de dentro y las que vienen de fuera) son mis preferidas, aunque solo sea por el tiempo que les estoy dedicando, y que además deseo seguir haciéndolo. Mi conciencia no me permite olvidarles, ser  indiferente  a su situación. Es verdad que algunas veces les doy la espalda, pues, el contexto en el que vivo me hace muchos "guiños" -pero ahí están-, y no les puedo olvidar.
  • La mujer, esa mitad de la humanidad tan machacada, y madre y hermana de la otra mitad. Ni en la sociedad, ni en la iglesia, ni en las religiones es considerada con la misma dignidad y derechos que los hombres. Yo apuesto para que el pensamiento y el buen hacer de las mujeres estén presentes en las mismas instancias en las que están los hombres.
  • El diálogo ecuménico e interreligioso, en los últimos años estoy embarcado en una misión, no voy a decir imposible, pero sí complicada y ardua. Muchos siglos de peleas, guerras, divisiones, enfrentamientos y distanciamientos. Me quiero subir al carro, desde el diálogo y el respeto,  de muchos hombres y mujeres que están por la labor de unir a los cristianos y crear lazos y vínculos con las demás religiones.  Creo en la familia humana, en la que también tienen cabida los no creyentes, pero, en la que todos -pese a nuestras diferencias- podemos vivir en hermandad y en paz.
  • Y la educación, es el otro asunto en el que mis desvelos son continuos. Creo que la educación es la mejor herramienta para la transformación y el cambio de la sociedad. Una sociedad muy plural, pero globalizada. Me considero educador. Aunque no siempre estoy a la altura de las circunstancias. Pero mi apuesta y compromiso por educar lo llevo en la mochila desde mi juventud y pienso dejarla -ahí- hasta el final.
En fin, aunque es verano y estoy de vacaciones, creo que no puedo ni debo bajar la guardia en estos asuntos.