BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 25 de octubre de 2015

ADOLESCENTES CON MOCHILA

Para aclararnos, no me estoy refiriendo a los adolescentes que van por las mañanas, a clase, con sus mochilas cargadas de libros, o bien, se van al campo los "finde" para caminar y convivir en la naturaleza. No. Esa, no es la imagen del adolescente que voy a tratar en esta ocasión.
Los adolescentes con mochila, además de adolescentes, llevan "una mochila" con un cargamento especial: La situación de riesgo -en la que viven- y, tal vez, la futura exclusión social.
No obstante, me pregunto: ¿Qué adolescente no está en situación de riesgo y de exclusión social, en nuestra cultura? No se trata de una cuestión retórica, basta seguir los MCS, para constatar que tanto los hijos de papá, como los hijos del asfalto, son citados y llamados por la justicia, ya sea por delitos relacionados con pequeños robos, ya por consumo de drogas, ya por violencia o por abuso sexual. Unos y otros pueden alegar aburrimiento, entretenimiento, a veces lo hacen por pura diversión. Muy pocas veces por necesidad.

Sin embargo, no quiero ser alarmista. Me consta, que no todos los adolescentes son así. Incluso, diría que la mayoría se encuentran en un contexto de “normalidad”. Ahora bien, lo que sí tienen en común -todos ellos- es su condición de adolescentes. Unos y otros, están en esa etapa de la vida del ser humano, en la que están dejando, con prisas, la infancia y desean, con toda su alma, alcanzar el mundo de los adultos. Aunque los ritmos sean diferentes, la configuración de su personalidad y autonomía, están en la base de su etapa de adolescentes.
Simultáneamente, a este proceso de independencia se oyen, a kilómetros, sus gritos y llamadas de atención, en las que demandan cercanía, presencia, diálogo, miradas, ‘palmaditas’, por parte de sus familiares y educadores, es decir, de personas significativas para ellos y que las necesitan para seguir creciendo y sentirse ‘alguien’ e importantes en este mundo. Esta es la paradoja de nuestros adolescentes y jóvenes.
Y, sin embargo, los adolescentes de la mochila, además de todos estos rasgos comunes, necesitan una atención especial. Si buceamos por su interior, están desestructurados, rotos, muy golpeados por la vida, con "heridas" que les condicionan un montón, en fin, para qué seguir. Precisamente, por todas estas circunstancias, la misma sociedad ha creado fórmulas para atenderlos como se merecen. Por consiguiente, los diferentes hogares de acogida, los centros de día, los hogares de emancipación,... con sus diversos profesionales, les procuran todos los cuidados y atenciones que necesitan. Muchos de sus vínculos familiares están rotos y han desaparecido, y como cualquier persona, necesitan recuperarlos y tenerlos para seguir creciendo y madurando. Tal vez haya familiares que demandan un apoyo, ante su incapacidad para acompañarlos en su educación y formación; en cualquier caso, precisan de una atención especializada y profesional.
Estos adolescentes, que también son el futuro de la sociedad del mañana, no podemos permitir que sean carne de cañón, pues, si les falla la familia y, también la sociedad, entonces es cuando se hunden del todo.
Mi convicción es, que los adolescentes con mochila, tienen los mismos derechos que cualquier persona, y hay que apostar por ellos para que, como ciudadanos de pleno derecho, consigan el normal crecimiento como personas y, así, estén preparados para dar lo mejor de sí mismos en la construcción de una sociedad mejor. Todo un reto.

domingo, 18 de octubre de 2015

EL METRO, ESPACIO DE GLOBALIZACIÓN

El otro día estuve en Madrid. Casi siempre que voy a la capital me desplazo en el metro. Para mí es una comodidad. Tengo que decir que es un buen invento. Mis felicitaciones a la persona que tuvo tan excente ocurrencia.  Te privas de ver las calles de la ciudad, pero ganas en humanidad por la cercanía con la variedad de personas que te acompañan.
Cada vagón es un mundo, por la cantidad de gente que nos juntamos y hasta, materialmente, nos estrujamos. Por exigencias de guión, rompemos el círculo de nuestra intimidad corporal, aunque no nos sentimos agredidos. Bueno siempre hay alguien que aprovecha las ocasiones de  las multitudes.
Con frecuencia se ven a los enamorados, muy encandilados, mostrando su afecto y cariño. No les importamos nada, los vecinos temporales que estamos al lado. Se ve que cualquier espacio es idóneo para expresar el amor que se profesa.
Es interesante, los fines de semana, ver pandillas de adolescentes muy engominados y maquilladas, sonrientes y felices, camino de la diversión, con las ganas de comerse el mundo; a veces, imponen un poquito si son numerosas y, sin embargo, vuelven dormidos, despeinados y con el rime desvaído. Parecerían 'soldados', como marchitados y derrotados después de la ‘batalla’ nocturna.
No faltan personas pidiendo y solicitando ayuda. Vienen de no sé dónde, tienen no sé cuántos hijos enfermos, han tenido la mala suerte de quedarse en paro y te suplican una ayuda para aliviar sus penurias. También te encuentras algunos aspirantes a músicos y cantantes que exhiben sus cualidades para seguir viviendo.
A poco que te fijes, tienes por compañero a hombres o mujeres de otras razas. Que hablan diferentes idiomas; la sensación es que estás viajando por el mundo, sin moverte de Madrid. En ese pequeño espacio cabe la humanidad entera, con sus alegrías y sus penas, con sus riquezas y pobrezas. Todos juntos.
No te digo nada de las conversaciones, se pueden escuchar los temas más variados, te sorprende lo que dice la gente. Y con lo del móvil, eres testigo de lo que se dicen en la distancia, ya sean los hijos a los padres, los amigos para quedar, o bien, que ‘apagues la cocina que me la he dejado encendida’.
Por otro lado, se ven gestos solidarios. Ceder el asiento es el más frecuente. También ayudar a subir o bajar a personas impedidas. Hay gente educada. Y estas cosas se hacen con desconocidos, que tienen un valor añadido.
La lectura es otro de los asuntos que llaman la atención. El caso es que ves leyendo libros o la prensa y nadie se pasa de su estación. Todo se tiene calculado. La rutina y costumbre ejercen su poderío en este hábito lector.
Todo un entresijo de relaciones informales, que hacen del metro un espacio globalizador. Vamos juntos, en la misma dirección, con deferencias de unos hacia los otros, evitando los conflictos. Llegado el caso nos miramos y sonreímos ante situaciones tanto embarazosas como espontáneas.
Pues eso, viajar en el metro es una suerte y una oportunidad para humanizarte con los demás.

domingo, 11 de octubre de 2015

DE LA INDIFERENCIA INSOLIDARIA, UN MAL DE BASTANTES PERSONAS



Tengo claro, desde hace muchos años, que tenemos tiempo para lo que nos interesa y nos importa. Sin duda, todos tenemos muy buenas intenciones y nos gustaría que las cosas fueran mejor, tanto para nosotros como para los demás. Tal vez, la foto de un niño muerto en la playa nos indigna, pero eso, solo nos indigna.
Todo el mundo tenemos derecho a ver un partido de futbol o de tenis. A ver las series televisivas o carreras de  motos. Estamos en nuestro derecho de mantenernos en forma para lo cual hacer Pilates, ir al gimnasio, senderismo, usar la bicicleta o practicar footing es de lo más normal; por otro lado, pasar una tarde viendo los toros o una película,… lo vemos como la más natural del mundo. Efectivamente, todo lo dicho,  es lo más natural y legítimo del mundo ¡Faltaría más!
Además, en una llamada jerarquía de valores, la familia es lo primero, después viene el trabajo, si lo tenemos. Estar con los amigos es imprescindible y, si afinamos un poquito más, dedicarse tiempo a uno mismo es fundamental.
Estoy más que convencido de que si yo marcho bien y mi familia funciona bien; que con las personas tengo buenas relaciones y, además, soy honesto y responsable en el trabajo; sin la menor duda, que ya estoy contribuyendo a cambiar el mundo.
Sin embargo, la realidad me viene diciendo, que hay muchos hombres y mujeres, niños y ancianos, que lo pasan mal, que sufren mucho y se mueren de hambre; que padecen crueles guerras y violaciones de su dignidad y derechos. Es decir, que vivimos en un mundo injusto. El ser humano genera bien, pero con las mismas, el ser humano genera mal. Con nuestras conductas, hemos configurado un mundo incómodo, insoportable, incluso, cruel para muchas personas. 
Cuando hablo a los jóvenes, de estas cosas, suelo plantearles la siguiente cuestión: ¿Quién tiene que cambiar todo este fiasco? Inmediatamente me contestan que el gobierno, ‘los de arriba’. ¿Solo el gobierno? les pregunto yo.  Porque, tú que me lees, ¿quién crees que lo tiene que cambiar?... Además del gobierno, los políticos, los sindicatos, las Oeneges,… ¿Podemos hablar de responsabilidad individual? Sí, de cada persona. Porque a mi modo de entender, también los pobres, excluidos, marginados, tienen el derecho de que les ayudemos a salir de tal situación, para que su dignidad como personas y sus derechos queden restituidos y a salvo. A lo mejor son imaginaciones mías.
Llegados a este punto es cuando me planteo lo de la indiferencia insolidaria. Cuando veo a tanta gente que va a lo suyo, a su bola –dicen ahora-. Cuando veo a tantas personas que se ‘miran solo su ombligo’ o como mucho están pendientes de su familia y más allegados (que no es poco si lo hacen bien). Cuando veo a tantos hombres y mujeres que no dedican parte de su tiempo, que es mucho, a tareas solidarias y voluntariado, la verdad, algo no me ‘encaja’.
Y me digo y me pregunto ¿Esto de la solidaridad es cosa de especialistas? ¿Es un  hobbit? ¿Este asunto es cosa de algunas personas altruistas?  Y… ¿De dónde sacan el tiempo para ello? 

ME TEMO QUE TODAS LAS PERSONAS TENEMOS PRIORIDADES.

domingo, 4 de octubre de 2015

PARÁBOLA DE UNA MOCHILA y III



Ya no me acordaba, no te he hablado de mis safaris por África. De las tierras africanas tengo historias y anécdotas agridulces. ¡Qué contrastes! Al lado del paraíso natural, te encuentras niños famélicos muriéndose de hambre o tribus matándose, por casi nada, y con el armamento que ‘muy-bien-les-vendemos’ los ricos del norte de nuestras fábricas -que todo tengo que decirlo- ¿Te acuerdas de Ruanda, el Zaire o Sierra Leona? Ahora es el Congo con su maldito negocio del coltan.  Qué pena. Pero la vida del reportero es así. Ve de todo. Saca fotos de todo. Tiene experiencias de todo...
De África y sus habitantes, lo más llamativo en nuestros días, es el fenómeno de la inmigración. Pateras, saltos de vallas, a nado,… ¡Cuántas fotos y reportajes se han publicado con imágenes y relatos escalofriantes! Yo no me he quedado atrás. Hasta me he llevado algunos premios. Hay un flujo continuo desde cualquier parte de África, hacia Europa. Grecia, Italia, España, son los pasos más normales. Una, no da abasto yendo de un lado a otro.
Es verdad que vienen por muchas razones, pero el hambre, las guerras, las violaciones, las agresiones y torturas,… son suficientes razones para mover a tantos hombres, mujeres y niños a dejar sus casas y sus tierras. Buscan un mundo mejor. ¿Quién no quiere ser feliz y lo mejor para sus familias? A mí lo que más me indigna es lo pronto que nos hemos olvidado de nuestra época colonialista. Siglos y siglos yendo a tierras africanas explotando sus riquezas, sus minas, sus animales y selvas y, lo más grave, esclavizando a sus gentes para llevarlas a las tierras descubiertas y conquistadas de América. ¡Qué hipocresía!
Por cierto no te he hablado de mi país. Tantos años dando vueltas por el mundo y casi me olvido de mi gente. La verdad es que hay de todo. En los años 60 estrené mi primera cámara de fotos. Me gustaba ir por los pueblos retratando las escenas populares, de trabajo en el campo o de las fiestas tradicionales. Me pagaron bien por promocionar y hacer publicidad del incipiente turismo en las costas mediterráneas. Pero no fui ajeno a los temporeros que se iban a vendimiar a Francia en largos trenes con sus maletas de cartón. Del éxodo rural a la ciudad dejé buenas referencias y, también, estuve en Atocha y en Barajas, para dejar constancia de los que buscaban fortuna en centro Europa o América del sur. ¡Y ahora nos quejamos de los que vienen!
Ahora ya, en mi tierra, participamos de la globalización. Aunque no me llaman tantas veces, de vez en cuando, publico reportajes de los avances que se han ido dando en los últimos años. Aunque tengo fotos para todos los gustos. En el fondo, me van ‘pesando’ los años y tengo menos ganas de salir a la calle.
Como te digo, una termina de cansarse. Y lo más importante, que de tanto viaje y recuerdos estoy a reventar. Estoy repleta. Tengo de todo y ya estoy hastiada. Al cabo de tantos años me pregunto ¿Qué he aprendido de la vida? Es más, me cuesta ir tan cargada. Pero el caso es que no sé qué tirar o qué dejar. ¡Son tantos recuerdos! ¡Tantas gentes! ¡Tantas experiencias!... Es más, me gustaría llevar una vida más tranquila y abierta a los demás. Demasiado tiempo me he estado mirando a mí misma, para ganar dinero con mis reportajes.
La verdad, me gustaría ser útil a los otros, sobre todo los más desamparados; incluso, dejar el mundo un poquito mejor que lo he visto y fotografiado. Después de todo lo que he pateado, tengo que decir que hay situaciones y experiencias que me han marcado. Especialmente, aquellas en las que los demás sufrían y lo pasaban mal ¡y sin tener la culpa!
Por cierto, ¡Tú que me lees! ¿Me ayudas a tirar algunas cosas aunque me cueste y, así, vivir más ligera de equipaje?