BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 26 de abril de 2015

EL MEDITERRÁNEO "SE TRAGA" LA PRIMAVERA

En esta ocasión, más de 900 personas, naufragaron y se ahogaron. El mar es insaciable. Sabemos que no son los primeros, y por desgracia, no serán los últimos. Desde luego, un precio muy alto para alcanzar la libertad. Y encima no llegaron. Mi más sincero pesar por estas personas y por tantas otras, que desde sus países de origen, se han quedado en el intento, por los caminos, carreteras, desiertos,... y el mar. ¿Cuándo acabará esta tragedia?
Aún hay gente que se pregunta ¿por qué vienen? Me da la sensación de que no se quieren enterar. Bueno, más bien,  es una forma de justificar su indiferencia o su complicidad con la situación que está pasando. Conozco a personas que protestan, que son hijos o nietos, de los numerosos españoles que se fueron a Francia, Alemania,... en los años 60 y 70. ¡Qué poca memoria histórica!
Se me ocurren tres reflexiones ante esta situación:

  1. Nunca olvidemos que vienen por muchas razones, entre ellas destaco tres, por cierto, muy legítimas: Primera, en sus países hay guerras (Irak, Siria, Ucrania,...) y huyen de la violencia, se han quedado sin casas y buscan un lugar para vivir sin ser masacrados. Segunda, muchos son perseguidos por sus ideas políticas, religiosas, ideológicas,... por las que son encarcelados o privados de sus derechos; los autoritarismos, del signo que sea, quitan del medio a sus oponentes. Tercera, son pobres, no tienen para vivir. Malviven, las enfermedades les corroen, su futuro es 'negrísimo', se les acaba la esperanza y todo eso les empuja a buscar una vida mejor para ellos y sus familiares.
  2. Hay razones históricas que no debemos olvidar. No sé si les suena el colonialismo. No sé si se han olvidado de los siglos de esclavitud entre África, América y Europa. Aún quedan residuos con las pateras y barcazas de la actualidad. La trata o el comercio con seres humanos no es de ahora. Se imaginan, que como compensación a toda esa historia de siglos, en vez de venderles armas o poner fábricas de 'bajo coste' (obteniendo 'vergonzosas' ganancias),... hiciéramos como un plan Marshall, de forma que ayudásemos a los gobiernos a trabajar por el bien común de sus pueblos; que invirtiésemos en escuelas, hospitales, fábricas, empresas,... igual vivirían dignamente, con sus derechos respetados y no tendrían la necesidad de dejar su familia, su pueblo, su país...
  3. En cualquier caso, es verdad que muchos se quedan en el camino. Pero otros han tenido la suerte de llegar. Personalmente, apuesto por ellos. Pongamos la leyes necesarias que regulen su situación, pero están aquí, y no podemos abandonarles. Habrá que cubrir sus necesidades más básicas; tendrán que ir descubriendo que están en otro país diferente, con sus leyes, su cultura, tradiciones, lengua,... para lo que la formación, el diálogo intercultural e interreligioso se harán muy necesarios. No hablo de asimilación, hablo de integración e interacción. El respeto a las diferencias, la tolerancia, la reciprocidad (tiene que ponerse encima de la mesa) son metas alcanzables. Les suena lo de la globalización. ¡Ya sé que no es fácil!
En este corto espacio del blog, no se puede precisar mucho más, sabiendo que este mundo de la migración es muy complejo y hay muchos intereses, por medio, y de toda índole; por lo que entiendo que todo es discutible y matizable, pero es bueno decir lo que se piensa y, expresar, como a uno le gustaría que fueran las cosas. 

domingo, 19 de abril de 2015

NO ENTIENDO MI VIDA SIN LA FRATERNIDAD

La palabra fraternidad no es nueva para mí. No se lo van a creer, pero en las catequesis parroquiales que recibí en mi pueblo, en los años sesenta, ya me inculcaron este concepto. No sé si eran los nuevos aires conciliares, que transcurrían en esos años, pero en una de las catequesis, el párroco, nos explicó que todos éramos hermanos. Aquello me impacto de tal forma, que llegando a mi casa pensé que mi padre y mi madre, también eran mis hermanos. Hay que decir, que no lo entendía muy bien.
Han pasado más de cincuenta años de aquellos hechos, y ahora, sí estoy convencido del sentido y la importancia de la fraternidad. Aquella raíz ha germinado en un árbol, que va fortaleciéndose y definiéndose en el bosque que habitamos. Por cierto no soy original. Participo de las corrientes humanistas, sociales y religiosas que la han definido y propuesto a lo largo de la historia. ¡Siempre aprendiendo de los demás!
Tengo que confesar, que ha sido mi fe cristiana, la que ha clarificado y potenciado, en mí, la importancia de la fraternidad,  y entiendo  que es el mejor medio y herramienta para cambiar y transformar la sociedad. Sentirnos y querernos como hermanos y hermanas sería la verdadera solución. La familia humana, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones, tiene aquí su razón de ser. Creo que las otras religiones, con diferente terminología, concluyen de manera semejante. Sin duda, el diálogo interreligioso puede acercar posturas.
Ahora bien, no crean que es fácil vivir como hermanos y hermanas, si echamos una mirada a nuestras propias familias, sin duda, tendremos la respuesta más clara. Ampliando el horizonte, piensen en los numerosos y diferentes contextos familiares, con sus creencias, razas, ideologías, costumbres, éticas, leyes,... entonces, se darán cuenta, de que esto de la fraternidad, es un verdadero reto. Pero, sin duda, el camino para una sociedad más humana y feliz. Razones y justificaciones no faltan.
Libertad, igualdad y fraternidad, como sabemos, eran las palabras claves de la Revolución francesa. Por los sistemas económicos y modelos sociales, establecidos después de la 2ª Guerra Mundial, explicitados en los dos bloques que dividieron al mundo durante décadas, sabemos que las dos primeras han fracasado. Creo que nos falta apostar por la tercera y darle la oportunidad, con unas políticas y una economía que tengan en el centro a las personas y el bien común. Igual es el camino para hacer posible las otras dos. El diálogo intercultural lo puede favorecer.
La Declaración de los Derechos Humanos, rubricada por la mayoría de los países del mundo, enuncia en su primer artículo que:Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. No faltan voces, que sin la premisa religiosa, abogan por la fraternidad universal. Las mismas ciencias sociales, hablándonos del ser humano, como ser social, o sea, ser en relación, refuerzan esta dimensión de las personas.

La iniciativa social, el Círculo de la Fraternidad, pretende ser el granito de arena, que varias asociaciones y religiones, de ámbito local, queremos aportar para configurar esa gran familia humana. Por consiguiente, desde el respeto a las identidades, los ideales y las creencias -de cada cual-  y, desde la tolerancia y el diálogo, apostamos por vivir y convivir como hermanos y hermanas, en este mundo que tanto lo necesita.

Estamos convencidos, muchas personas, que es más lo que nos une que lo que nos divide. Igual tenemos que poner el acento en la unión.

domingo, 12 de abril de 2015

NO ENTIENDO MI VIDA SIN LOS POBRES

No, no se trata de una frase bonita. De hecho estoy hablando de 'mi familia'. Es la consecuencia directa de mi fe en Dios. Terminaba la reflexión, del domingo pasado, hablando de la familia humana y, mira por donde, los pobres son de mi familia. Es decir, son mis hermanos y hermanas... pobres.
Tal vez por la edad voy simplificando las cosas, aunque el mundo en el que vivimos, a la hora de interpretarlo, se caracteriza por su complejidad y pluralidad. No obstante, entiendo que no podemos hablar, sin más, de blanco y negro. Hay más tonos. Pero sí constato que este mundo se divide entre ricos y pobres. Entre los que viven y malviven. Entre los que mueren de hambre y tiran comida por sobreabundancia. Entre los que se enriquecen a costa de los que se empobrecen, es decir, aquello de que la riqueza (de algunos) se hace a costa de la pobreza (de la mayoría).
En mi caso, los pobres, no son una retórica o romanticismo. Estoy viviendo con ellos. Y perdonen mi osadía, pero sé de lo que hablo. No hablo, solo, de la problemática de la inmigración, es que vivo con jóvenes inmigrantes, que vienen de países empobrecidos (y no entro en las causas). Traen su cultura, sus pobrezas, sus carencias, sus valores, sus limitaciones, sus costumbres, sus creencias,... por lo que no olvidemos, que lo sustantivo, no es que son inmigrantes, sino que son personas con todas esas circunstancias.
Tengo que volver a mi infancia para situar las raíces de esta situación. A parte de que mi familia era de condición humilde y modesta; algunas experiencias con vagabundos atendidos por mi madre y ayudas a familias más empobrecidas, fueron marcando mi sensibilidad hacia el mundo de los pobres y marginados. Pero fueron mis años de formación (con experiencias concretas y continuadas), los que contribuyeron a forjar esta conciencia social. Sin embargo, está siendo mi época adulta, la que ha sistematizado y definido esta opción por los pobres.
Entiendo que la teoría y la práctica, la reflexión y el contacto directo, las experiencias vividas junto con los estudios teológicos, me han ido acercando a los pobres; no como a personas que necesitan ayuda por sus carencias, cuanto a los pobres como hermanos míos que me debo a ellos, porque han tenido mala suerte en la vida. Pero también constato, que hay otras personas, que por otros caminos han llegado las mismas conclusiones. Lo que me alegra, porque significa que los seres humanos tenemos parecidas respuestas ante las mis situaciones, dificultades y problemas.
Muchas veces me ha preguntado el porqué de ésta dimensión en mi vida. Si con dar limosna, de vez en cuando, sería suficiente, pues lo hace mucha gente; incluso el hacerse voluntario en una de las muchas Oeneges o Asociaciones altruistas, ya estaría de notable; sin embargo, no las veo suficientes para dar respuestas a los sueños y utopías que tengo desde hace muchos años. Por otro lado, sé que no voy a cambiar nada, que no tengo madera de superhombre para transformar la sociedad; pero, acercarme a los pobres, estar a su lado, me ha ayudado a descubrir que todos nos necesitamos mutuamente.
Las personas pobres no solo son receptores, son también emisores. A lo mejor les damos cosas materiales que necesitan, les arreglamos la documentación para las administraciones, les promocionamos con los programas educativos,... Sí, es verdad, pero y lo que ellos no dan (al menos me dan). En mi caso, me han puesto los pies en la tierra, me han ayudado a relativizar muchas cosas, me han hecho más agradecido, cercano; sin la menor duda, han contribuido en mi crecimiento personal, y esto por decir algunas de las muchas cosas recibidas. Aunque pobres, dan lo que tienen.

Me cabe la duda, de que todo esto no sea nada más que una anécdota, aunque larga, en mi vida. Tengo la esperanza de que continúe siendo una dimensión fundamental, que la siga configurando y fortaleciendo; a la familia no hay que abandonarla, y más, cuando lo necesita.

domingo, 5 de abril de 2015

NO ENTIENDO MI VIDA SIN DIOS

Al día de hoy no entiendo mi vida sin Dios. En varias ocasiones me han pedido que de mi testimonio personal ante la vida y me he limitado a comentar las tres claves o raíces que, desde mi infancia, han estado y están presentes: Dios, los pobres y la fraternidad. Creo que con ellas la resurrección de Jesús ha llegado a mi vida. No necesito más para vivirla. Estos primeros domingos de Pascua las voy a ir comentando.
Dios es muy importante en mi vida, hasta el punto de organizar mi existencia teniendo en cuenta su llamada. Me podría haber llamado para otros caminos, pero a mí me quiso en éste y acepté. No de la noche a la mañana, ni con la misma claridad, pero, desde la infancia, la vida me ha ido confirmando el camino elegido. Dios ha sido una presencia constante, aunque en ocasiones, me he querido desentender de ella.
La fe en Dios se la debo a mi padre y a mi madre. También el párroco, que me inició en los primeros sacramentos, tiene su papel. Fueron mis padres los que me transmitieron la fe y me enseñaron las primeras oraciones. Este año celebrando la Vigila Pascual, en la parroquia que me bautizaron, rememoré todos estos hechos.
Es verdad que la formación recibida, me hizo pasar de una fe heredada (de cristiandad) a una fe adulta (conciliar), pero Dios es el mismo. Ha cambiado mi concepción de Él, ya no lo veo justiciero y castigador. Ahora lo percibo como el Dios que nos ama, como la Madre y el Padre, que lo único que desea es que sus hijos sean felices. Es este Dios el que fundamenta y justifica mi vida, digamos, que mantiene su protagonismo en mi vida.
Gracias a Dios me levanto cada mañana sabiendo y experimentando que mi vida tiene sentido. Que todo no acaba con la muerte. Dios me abre horizontes que se prolongan en la vida eterna, aunque ahora, no entienda en qué va a consistir, si bien, ya puedo iniciarme en los primeros pasos y poniendo las primeras piedras del camino definitivo. Esto del Reino de Dios ya se puede iniciar aquí , no hace falta esperar a la muerte
Gracias a Dios, que se hizo uno de nosotros en Jesús de Nazaret, entiendo a la humanidad como a una gran familia, la familia de Dios. El amor, en esta familia, es la base de las relaciones que nos debemos todos los hermanos y hermanas que la formamos, pues, es lo único que espera Dios, de sus hijos e hijas que somos.
Gracias a Dios, que sigue actuando con su Espíritu, cada día tiene su impronta. La construcción del Reino, o sea, de la familia de Dios, necesita de mis manos, de mi cabeza, de mis pies, de todo lo que soy, para aportar lo que se me ha asignado. No es gran cosa, pero si no lo hago se quedará sin hacer. El Espíritu, cada día me lo recuerda y, además, me anima e impulsa a realizarlo. No es fácil y, algunos días, prefiero hacer otras cosas o no hacer nada. Pero sé que la Misión encomendada está ahí.

Que Dios es misericordioso, no me cabe la menor duda. Muchas veces no quisiera que estuviera ahí, pues me avergüenza su presencia, que no soy fiel a sus expectativas y le traiciono. Estas situaciones, también están presentes en mi vida, pero he aprendido (y me ha costado) a aceptarme como soy, asumiendo mis debilidades, mis caídas, mis desvíos por otros senderos. No me ha sido fácil la conclusión, pero soy humano. No soy perfecto.  Y la experiencia que tengo es que Dios me ama. Aún con estas experiencias, sigo pensando que no entiendo mi vida sin Dios.