BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 23 de febrero de 2014

¿QUIERES A TUS HIJOS?


¿Que si quiero a mis hijos?...  ¡Claro que sí!  Pues te felicito. Lo que no tengo muy claro es si todos entendemos lo mismo, cuando afirmamos que queremos a nuestros hijos. Sería interesante que quienes sois madres y padres, nos expliquéis qué hacéis para querer a vuestros hijos.
Existe un decálogo, de la policía de Nueva York, que enumera lo que se debe hacer para conseguir hijos delincuentes, el primer consejo dice así: "Darle desde pequeño todo lo que pida de esta manera llegará a mayor convencido de que el mundo entero se lo debe todo”...  bueno, esto ya lo publicaron en la década de los 70, pero creo que es de rabiosa actualidad. Me parece que no es el camino para querer a los hijos.
Estoy seguro de que si todas las familias nos dijesen como quieren a sus hijos, todos aprenderíamos mucho de la experiencia de los demás. Creo que hablamos poco de estas cosas. Lo que más cuenta, a mi modo de entender,  es cómo se vive -en el día a día- esta tarea tan fundamental
Desde el punto positivo de este asunto, quisiera escribir algunas ¿constataciones?, que sí pueden ser referencias de lo que significa querer a los hijos. Ya sé que no tengo hijos, pero no vivo ajeno a la realidad de las familias y de la misma sociedad. Las formulo de esta manera:

Cuando abrazo, acaricio y beso a mis hijos, les estoy queriendo
Cuando alimento y visto bien a mis hijos, les estoy queriendo
Cuando les pongo límites y normas a mis hijos, les estoy queriendo

Cuando les animo a decir perdón, por favor y gracias, les estoy queriendo
Cuando estoy con ellos, juego con ellos y vamos de excursión, les estoy queriendo
Cuando estoy pendiente de sus estudios y hablo con sus profesores, les estoy queriendo

Cuando les organizo sus tareas y responsabilidades en el hogar, les estoy queriendo
Cuando les administro y enseño el buen uso de las nuevas tecnologías, les estoy queriendo
Cuando les escucho, fomento el diálogo y hablamos, les estoy queriendo

Cuando estoy pendiente de sus amistades y conozco a sus familias, les estoy queriendo
Cuando no les trato con violencia y agresividad física o verbal, les estoy queriendo
Cuando ven a su padre y a su madre tratándose con respeto y cariño, les estáis queriendo

Cuando se abordan los problemas y conflictos con naturalidad, les estoy queriendo
Cuando en la casa tienen una función y su propio espacio, les estoy queriendo
Cuando no se hace un ‘drama’ por haber ‘metido’ la pata, les estoy queriendo

Cuando en el hogar se evita el consumismo y los caprichos, les estoy queriendo
Cuando en la casa se fomenta la solidaridad con los necesitados, les estoy queriendo
Cuando pongo los medios idóneos para una buena educación en valores, les estoy queriendo

Si de verdad queremos a nuestros hijos, sin la menor duda, estaremos poniendo los cimientos de una sociedad entendida como la gran familia humana.

http://noticiasnewyork.net/ultimas-noticias/decalogo-de-como-educar

domingo, 16 de febrero de 2014

LA ALTERNATIVA CRISTIANA, EN UNA SOCIEDAD PLURAL


En el 'mercado' del espacio público, me admira, la pluralidad de proyectos que hay para organizarse uno en la vida. Pluralidad es riqueza. Uniformidad es pobreza. Hoy me quiero detener en uno de los proyectos, en el cual me sitúo y que no tengo reparo en manifestarlo: Creo en Jesús de Nazaret y apuesto por la Alternativa Cristiana. 
Tal vez, a determinados sectores sociales, les gustaría vernos encerrados en las sacristías. Como si el espacio público fuera de ellos. Cuando la realidad es que los cristianos -para bien o para mal- ya estamos en la calle desde hace muchos siglos. Pero no quisiera entrar en la cuestión de quién tiene más derecho de estar en la calle, porque, como ciudadanos, todos tenemos derecho a estar en la vía pública.
Quiero ser positivo, y pienso más en sumar y multiplicar, que en restar y dividir. Porque lo hermoso es que cada cual viva según sus creencias, sus convicciones o sus principios, -pero eso sí- respetando, conviviendo y construyendo -entre todos- un mundo mejor para todo el género humano, especialmente los más pobres y excluidos.
Sin la menor duda, para alcanzar esta utopía hay muchas alternativas, la historia nos da fe de ellas. Me quiero detener en la alternativa cristiana, es la que más conozco. Pienso que no es ni la mejor ni la peor, es una alternativa -plenamente humana- que enraizada en el Dios de Jesús, nos ofrece el camino para construir la familia humana con lazos y vínculos, que nos hacen vivir como hermanos y hermanas, con plena libertad, justicia, amor y paz.
Todas las personas queremos ser felices, la alternativa cristiana, basada en el Reino de Dios, desde sus orígenes ha contribuido para conseguirlo. La alternativa cristiana se basa en la creación de comunidades, reflejo de la gran comunidad que llamamos Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia. Muchos hombres y mujeres han escogido este camino. Y como hombres y mujeres: con sus aciertos y fallos, con sus valores y limitaciones, con sus alegrías y penas, con sus problemas e iniciativas,… se han esforzado por vivir la fraternidad humana, cuya plenitud de la misma, llegará en la otra vida.
Estas comunidades tienen algunos rasgos comunes que las definen. Son retos y metas que toda comunidad cristiana tiene y que se esfuerza por conseguirlos. Se pueden formular de esta manera:
1.      Mirad como se aman: La unión, las buenas relaciones, la comunión, el compartir, el perdón y quererse como hermanos, lo expresan muy bien. En el mundo que vivimos de divisiones y egoísmos crear espacios de convivencia y fraternidad son un acierto y referencia para los demás.  
2.      Id y enseñad: Explicar el mensaje cristiano del Reino de Dios, las razones que nos mueven a vivir, el sentido que le damos a esta vida, a la historia de la humanidad está en la misión que tenemos como seguidores de Jesús. Esta es otra tarea de la comunidad cristiana, sobre todo en este mundo, que a veces parece que ha perdido el rumbo.
3.      Los pobres los primeros: La credibilidad de la comunidad se la juega en la ayuda a los pobres y los marginados. Fue el mismo Jesús el que nos marcó el camino con su ejemplo de servicio al prójimo. Tantas iniciativas sociales del cristianismo arrancan del ejemplo que nos dio. Al fin y al cabo los pobres son nuestros hermanos
4.      La celebración de la fe: Celebrar la vida, juntarnos como hermanos, festejar la fe que nos une, alimentarla con el Pan de vida; reflexionar y meditar la Palabra del Dios en el que creemos, es la expresión de que la familia humana es la mejor apuesta que tenemos.
En esto consiste la alternativa cristiana: ser testigos de las Bienaventuranzas, ser iconos del Mandamiento del amor y ser felices haciendo felices a los demás, especialmente a nuestros hermanos y hermanas más pobres. Todo un reto y compromiso para dichas comunidades.

domingo, 9 de febrero de 2014

VIVO CON INMIGRANTES Y VIVIMOS EN FAMILIA



De auténtica vergüenza lo ocurrido, en Ceuta, estos días. Ni siquiera conocemos los nombres de las 14 personas, seres humanos como tú y como yo, que han fallecido en el mar en tan crueles y trágicas circunstancias. Todo esto ocurre en las puertas de 'nuestra casa'. Las leyes que, entre todos, hemos votado en Europa hacen posible estas cosas. El discurso de que si la guardia civil, que si la gendarmería marroquí,... ¡Sociedad hipócrita! Ahora pedirán comisiones de investigación los mismos que han hecho las leyes. ¡Es indignante!
Para mí es un honor vivir con jóvenes inmigrantes. Son igual que nuestros jóvenes. Igual que los jóvenes peruanos, que los jóvenes mexicanos y que los jóvenes brasileños  -con los que he estado- y me imagino que como los jóvenes de cualquier país del mundo. Tienen su misma rebeldía, su misma alegría, sus utopías; visten de la misma forma, escuchan parecidas músicas, utilizan las redes sociales de igual manera, les gusta divertirse,… son jóvenes.
Vivir con inmigrantes te ayuda a conocerles mejor. Escuchándoles confrontas tu propia cultura con la suya, sus valores, sus costumbres y sus creencias. Terminas descubriendo que es más lo que nos une que lo que nos separa. Somos seres humanos, del mismo planeta, pero que hemos nacido en diferentes lugares. La tierra es nuestra casa y donde vivimos está nuestro hogar.
Esta familia, que tiene el nombre de Hogar la Salle, está formada por hombres y mujeres, por hermanos y seglares de la Salle y por jóvenes que proceden de África. Creemos en un proyecto y con ilusión tratamos de vivirlo. De vez en cuando aparecen las dificultades, los conflictos –como en cualquier familia- pero todos ponemos de nuestra parte para que el ambiente de convivencia, de cordialidad y de amistad prevalezca por encima de todo.
Somos una familia agraciada. Tenemos una casa amplia en la que hay sitio para quienes desean compartir su tiempo y su persona. Mucha gente se acuerda de nosotros. Colaboran en nuestras actividades, nos facilitan recursos, contribuyen al bienestar de todos. Cuando nos visitan y están con nosotros se sienten como en su casa. Que también lo es. Les estamos muy agradecidos.
Los jóvenes inmigrantes tienen el reto de la formación. Más o menos formulado tienen su proyecto personal que ‘diseñaron’ cuando dejaron su familia y su país. Aquí  les acompañamos en sus propósitos, si bien, todos sabemos que esta casa es una etapa de su camino. Tratamos entre todos –ellos también- de que sea lo más agradable y enriquecedora posible.  En esta familia, el esfuerzo, el estudio, el trabajo, las responsabilidades, las tareas están presentes en la vida cotidiana.
Nuestra familia no es la única. Sabemos y conocemos de otras muchas familias con las mismas características. Tenemos las mismas metas, aunque tal vez diferimos en los medios, pero todas, somos como pequeños oasis de fraternidad, en un mundo globalizado, en el que se hace necesario que caminemos juntos hacia la fraternidad universal. Nosotros estamos en ello, sabiendo de nuestra fragilidad.



domingo, 2 de febrero de 2014

CREO EN LA FAMILIA HUMANA, AUNQUE SE CONSIDERE UNA UTOPÍA



Ya sé que es una utopía, lo de la fraternidad universal, pero creo en ella y me propongo aportar mi granito de arena para conseguirla, aunque todo se quede en el intento. Acabo de tener una experiencia, en Roma, como ya anunciaba el día 12 de enero, en la que un grupo de hombres y mujeres de todos los continentes, de diferentes razas y distintos idiomas, hemos sido capaces de convivir en paz, armonía y concordia.
Es verdad que nos unían unas mismas creencias y valores, tal vez por eso mismo ha sido posible, lo que cuento, pero… ¿Quién no tiene la misma experiencia, cuando se han juntado personas de diferentes ideas, pero con los mismos ideales y el asunto también ha funcionado?
Nos hemos empeñado, a lo largo de la historia, en poner fronteras, vallas, idiomas, costumbres,… con el objeto de marcar nuestro territorio, lo que ha llevado a los odios, las guerras y violencias, y tantas destrucciones de seres humanos, que hemos acabado por ver a los otros como una amenaza, como a nuestros enemigos que debemos eliminar o apartar de nuestros caminos.
A mí me resulta muy sugerente, lo que dice el Primer Derecho Humano –de los treinta que señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU el 10 de diciembre de 1948: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Las ciencias humanas y sociales, desde la antropología a la sociología, por ejemplo, constatan los lazos y vínculos de los seres humanos. Hay muchísimas más cosas que nos unen que las que nos diferencian. En general tenemos los mismos sueños, anhelamos la felicidad para todas las personas, nos gustaría un mundo más justo y en paz, aunque luego la realidad nos eche un jarro helado de agua fría… ¡Y nos deje como estamos!
Creo en la familia humana. En el informe de la UNESCO, La educación encierra un tesoro, Jaques Delors plantea uno de los pilares de la educación de la siguiente forma: “Se trata de aprender a vivir juntos conociendo mejor a los demás, su historia, sus tradiciones y su espiritualidad y, a partir de ahí, crear un espíritu nuevo que impulse la realización de proyectos comunes o la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos, gracias justamente a esta comprensión de que las relaciones de interdependencia son cada vez mayores y a un análisis compartido de los riesgos y retos del futuro. Una utopía, pensarán, pero una utopía necesaria, una utopía esencial para salir del peligroso ciclo alimentado por el cinismo o la resignación”. Imagínense si potenciáramos esta dinámica. Lo de la familia humana estaría más cerca.

De vez en cuando hay que comentar estas cosas,  pues, estamos tan ‘distraídos’ con la vida cotidiana y sus problemas y no olvidamos de la gran tarea que tenemos como horizonte. Yo creo que tanta solidaridad, tanto voluntariado, tantas ONEGÉS, tantas asociaciones benéficas están ahondando en esta convicción y se comprometen por alcanzarla con sus proyectos y planificaciones. Es probable que lo digan de diferentes maneras. Pero están en ello.

Habrá que pensar en alguna iniciativa social que refuerce esta sencilla creencia.