BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ

BARRIADA DE BELÉN - IQUITOS - PERÚ
UN MINUTO DE FILOSOFÍA: “LOS SUEÑOS Y LOS RETOS ANIMAN EL CAMINAR"

domingo, 26 de febrero de 2012

EN LA MEDIDA QUE...


Vengo observando, en la propia vida, que cada persona tiene los recursos para llegar a ser él mismo. Pero como no vivimos solos, nuestra relación con los demás, va a tener sus frutos, en la medida que todo aquello que quiero hacer con los demás, antes lo he tenido que vivir  y experimentar en mí mismo.
La clave, de lo que quiero decir, reside en que todo pasa por uno mismo, antes de llegar a los demás. En la propia persona generamos lo que somos y nos constituimos, así, en referencia de lo que somos y hacemos con las personas que nos rodean. 
Todo esto lo concreto en estas realidades, utilizando la expresión 'EN LA MEDIDA QUE':
En la medida que me acepte, aceptaré a los demás.
En la medida que me comprenda, comprenderé a los demás.
En la medida que me busque a mí mismo, buscaré a los demás.
En la medida que me encuentre, encontraré a los demás.
En la medida que asuma mi vida, asumiré la vida de los demás.
En la medida que me perdone, perdonaré a los demás.
En la medida que sea alegre, seré alegre con los demás.
En la medida que me ayude, ayudaré a los demás.
En la medida que me preocupe por mí, me preocuparé por los demás.
En la medida que me esfuerce, me esforzaré por los demás.
En la medida que acepte mis crisis, aceptaré las crisis de los demás.
En la medida que me valore, valoraré a los demás.
En la medida que sea optimista en mi vida, seré optimista con los demás
En la medida que sea solidario, favoreceré la solidaridad en los demás.
Claro que en la medida que no me quiera a mí mismo, no querré a los demás.
En la medida que no me acepte, no aceptaré a los demás.
En la medida que no perdone mis errores, no perdonaré los errores de los demás.
Y así podríamos seguir, pero, que cada cual ponga su listado.
Por consiguiente, la clave de todo está, en que la medida que utilice para mí  -y lo planteo en positivo-, será la medida que utilizaré para los demás. Dicho de otra forma no podré hacer nada a los demás, si antes no lo he vivido y experimentado en mi propia persona.
Ya sé que exagero, pero la vida me viene diciendo que damos de lo que tenemos, que es lo único que poseemos y disponemos. 
Como dice el evangelio, el árbol da los frutos que tiene.

domingo, 19 de febrero de 2012

DE LOS TURISTAS EXTRANJEROS Y LOS EXTRANJEROS INMIGRANTES


Lo que tienen en común es que son extranjeros, pero en realidad son muy  diferentes, tanto entre ellos mismos, como para nosotros. Aunque esas diferencias que existe entre ellos, se dan también entre nossotros. Si utilizamos el criterio económico, que para estas cosas es casi el único que seguimos, resulta que las diferencias son iguales en todo el mundo. Ser ricos o ser pobres, ahí está la diferencia. ¡Ay! si recordáramos, con más frecuencia, que nosotros fuimos extranjeros inmigrantes. Claro que, como ahora somos turistas en el extranjero…
Por si no me acabo de explicar, lo de ricos y pobres, es igual en todo el planeta. La auténtica diferencia viene dada por el dinero que tienes. Tu piel será de tal o cual color, pero lo que importa es si tienes o no tienes dinero. Podrás ser musulmán o cristiano, pero lo que interesa es el poder adquisitivo que tienes. Da igual que seas hombre o mujer, si tienes sustanciosas cuentas en los bancos el buen trato y respeto nunca te faltarán.
No obstante, detengámonos en los extranjeros, ya sean turistas o inmigrantes. Lo más significativo y notorio es que unos nos traen dinero, y otros, problemas. Unos son recibidos por las altas autoridades en los aeropuertos; y otros son acogidos, también por las autoridades, cuando llegan en las pateras. Los que vienen con traje y corbata negocian hasta el último céntimo. Pero los que vienen en chándal, si se descuidan, aunque se les explote, ni se les contrata o mal paga.
Hay deportistas de color, a los que se les aplaude en los estadios y se les pide autógrafos, cuando se presenta la ocasión. Hay hombres y mujeres de color, que están en los semáforos de nuestras ciudades y, cuando nos aproximamos con el coche, cerramos las ventanillas o levantamos los hombres, sino pisamos el acelerador. En fin, unos extranjeros, nos parecen bien y les aplaudimos y otros, también extranjeros, queremos que se vayan pronto.
Hasta que no nos quitemos las ‘gafas del dinero’ seguiremos viendo las cosas como venimos diciendo. Pero lo de las ‘gafas’, no lo olvidemos, es un buen invento para ver mejor cuando se va perdiendo la vista. Para eso las inventamos.
Claro que con unas buenas gafas, a los extranjeros, los veríamos como personas, como seres humanos, igual que nos vemos nosotros. La dignidad de la persona, los derechos humanos afectan –por igual- a todos los que formamos la familia humana.  En el mundo globalizado, en el que estamos embarcados: los muros, las barreras, las alambradas, las empalizadas, las fronteras, las clases sociales, los intocables, los unos y los otros,… son conceptos que deberíamos desaprender y, en su lugar, aprender otros nuevos. Eso sí, quitaría del diccionario la palabra extranjeros, y potenciaría, en su lugar, la expresión ciudadanos del mundo. Esto se ajustaría más a la realidad: todos vivimos en el planeta tierra.
Mientras tanto, en nuestros barrios, en nuestras ciudades, en nuestros colegios, en los mercados, en las plazas, en los estadios,… disfrutemos unos de otros, de las riquezas culturales que tenemos, compartamos lo de cada cual y todo el mundo saldremos ganando. Lo que es bueno y humaniza a unos - haciéndoles más felices -, sin duda, es bueno y humaniza a todos  los demás. 


domingo, 12 de febrero de 2012

EN LAS DISTANCIAS CORTAS NOS JUGAMOS LAS RELACIONES PERSONALES

Bajo el paraguas del día de los enamorados, pero sin hacer publicidad consumista, que ya se encargan las floristerías, joyerías, los 'chinos' y restaurantes; sí puede resultar interesante que miremos un poquito 'el termómetro' de nuestras relaciones. De nuestras relaciones con la pareja, con la familia, con los amigos, en fin, con todas aquellas personas que tenemos la suerte (¿o mala suerte?) de encontrarnos a lo largo del día.
En la cercanía, en el roce, en las distancias cortas, de nuestra relaciones cotidianas, tenemos la ocasión de fortalecer, potenciar, enriquecer, en definitiva, crecer juntos como personas. Una mirada comprensiva, unas palabras tiernas, una escucha atenta, un silencio oportuno,... favorecen dicho crecimiento.
Y, sin embargo, silencios estratégicos, falta de explicaciones deliberadas, marcharse a mitad de una conversación,... sin la menor duda, contribuyen al distanciamiento, en las distancias cortas. La verdad es que la vida de cada cual es complicada. Todos los días no tenemos el mismo estado de ánimo. Ni nos levantamos con buen humor. Los problemas en el trabajo, las rutinas y manias que todos tenemos, el partido de futbol que perdió mi equipo, las tareas del cole que no se quieren hacer, el dolor de cabeza que no me deja, los lloros o peleas de los hijos, el incordio de los vecinos, las ganas que tengo de gritar para desahogarme o intimidar, o sea, un montón de circunstancias que nos pueden hacer saltar y resquebrajar el buen ambiente y concordia que todos anhelamos.
Cuando se vive juntos, ya sea en la familia, en los pisos de estudiantes o varios trabajadores, o en las comunidades religiosas (éste es mi caso), es inevitable que haya conflictos en las relaciones. Los conflictos están en nuestro ADN, como seres humanos que somos. Los conflictos, en sí, no son negativos. Son la ocasión para aclarar malos entendidos. A veces los provocan la 'sobrecarga' que traemos del trabajo, o que hemos quemado la comida por un descuido. En otras ocasiones se manifiestan las diferencias que tenemos de tipo político, deportivo, religioso, ... y no digamos nada, si alguien de la familia se ha quedado en paro, o por desgracia está enferma, o bien, la hipoteca está ahogando el presupuesto previsto.
Cada cual sabe de las situaciones que dificultan nuestras relaciones y provocan los conflictos cotidianos. El asunto reside en cómo los gestionamos. Cómo nos apañamos para resolverlos, desactivarlos, superarlos. Una buena herramienta, a mi modo de entender, es utilizando el sentido común -que todo el mundo- tenemos. Ya lo dice el dicho popular, hablando se entiende la gente. Es cuestión de hablar dejándonos guiar por el sentido común. Por consiguiente, una buena comunicación 'sin interferencias', un buen diálogo, en el que tenemos en cuenta que todos hemos contribuido al conflicto y que  todos tenemos parte de la solución, sin duda, harán que el conflicto, sea un escalón más, de la escalera que fortalece las buenas y necesarias relaciones.
Cada vez más, desde la propia experiencia,  me reafirmo en que todas las personas tenemos o debemos aprender a callar, cuando hay que callar; a saber escuchar cuando hay que escuchar; a saber mirar a los ojos cuando hay que mirar; a saber dar una palmadita en el hombro, cuando hay que darla; a saber abrarzarse cuando hay que abrazarse; a saber perdonar o pedir perdón, cuando hay que pedir perdón o perdonar; vamos, quien más y quien menos, sabe el papel que le corresponde en todo tipo de situaciones. Y de todos modos, si no lo sabemos, si estamos muy atentos, la vida nos va enseñando -si queremos aprender-, claro.
¡Ojala! en la distancias cortas disfrutemos de la vida, disfrutemos de la amistad, disfrutemos del amor. Nos lo merecemos.